La pobreza y la exclusión social son los mayores factores de riesgo de la Covid-19

La pobreza es un factor de riesgo determinante en la propagación y mortalidad del coronavirus. Las clases socioeconómicas más desfavorecidas se encuentran más expuestas incluso en España, que cuenta con un fuerte sistema sanitario público. La cuestión es estructural. Las consecuencias más graves del covid-19 se desarrollaron en los pacientes con patologías previas, que se desarrollan con mayor frecuencia en los pacientes de bajos recursos. Un tercio de aquellos que tienen los ingresos más bajos presentan dos o más afecciones crónicas, mientras que esa cantidad de afecciones sólo se observa en la cuarta parte de los que tienen las rentas más altas, según el informe ‘Salud de un vistazo 2019’ de la OECD.

«Las enfermedades crónicas son más frecuentes en hogares de renta baja que alta, y en este caso de coronavirus incide en una mayor mortalidad», afirma Liliana Marcos, investigadora de Políticas Públicas y Desigualdad de Oxfam Intermón. Entre estas enfermedades que se prolongan más de seis meses destacan la diabetes y las coronarias. En cuanto a la evidencia científica, un estudio realizado por el Hospital de La Paz y la Universidad Autónoma de Madrid concluye que la mortalidad por causas cardiovasculares tiene correlación con la riqueza. A menos renta de una región, más casos letales por episodios cardíacos y menor disminución de su letalidad con el paso del tiempo, en comparación con otras de mayores recursos.

 

RENTAS ALTAS:

  1. Menos enfermedades crónicas:
    Una cuarta parte padece dos o más patologías.
  2. Empleos con teletrabajo:
    Mejores trabajos con modificación de horarios.
  3. Movilidad en coche particular:
    El contagio es nulo en los desplazamientos.
  4. Viviendas con más metros cuadrados:
    Se puede practicar la distancia social.
  5. Un hogar por núcleo familiar:
    Los padres viven sólo con sus hijos menores y los abuelos tienen su propio domicilio.
  6. Pueden almacenar más cantidades de alimentos:
    Más capacidad de refrigeración.
  7. Segundas residencias en lugares con menos contagio:
    Antes o durante el confinamiento se han ido de las ciudades más afectadas.

RENTAS BAJAS:

  1. Sufren más enfermedades crónicas:
    Un tercio padece dos o más patologías.
  2. Empleos de cara al público o presenciales:
    Trabajos precarios como la construcción o domésticos.
  3. Usuarios de transporte público:
    Recorren grandes distancias en bus, metro o tren.
  4. Menos espacio en casa para mantener las distancias:
    Hay hacinamiento.
  5. Viven con los abuelos:
    Las familias comparten vivienda tres generaciones.
  6. Van con frecuencia al supermercado:
    No tienen mucha capacidad de refrigerar ni disponen de dinero.
  7. Barrios con mayor densidad de población:
    Las zonas populares tienen más domicilios y menos parques.

En España, así como la percepción de salud disminuye con los años, también cae en picado según la situación laboral, señala la más reciente Encuesta Nacional de Salud, con casi diez puntos de diferencia con respecto a los desempleados. «A medida que se desciende en la clase social, disminuye la valoración positiva del estado de salud» hasta un 20%, señala el INE.

«La renta ‘per capita’ es la variable que más influye en los factores determinantes de la salud», asegura Julio Villalobos, investigador de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) y director de su máster de Gestión de Salud. «En España hay un nicho de pobreza importante y se está poniendo de manifiesto con la crisis del coronavirus. La salud es más que curar enfermedades, porque es bienestar físico, psíquico y social, y el 80% depende de los estilos de vida y los factores socioeconómicos». Con la crisis sanitaria todavía lejos de remitir, no se han publicado conclusiones específicas sobre la relación entre la pobreza y la pandemia. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha vinculado la situación socioeconómica con el origen de la población, hispana o afroamericana, para avanzar el impacto diferente en las clases sociales.

Fractura social

En España las cifras de contagio o mortalidad por comunidades autónomas o por distritos son inexactas para determinar correlaciones directas entre el ‘rich-poor gap’, como se denomina al factor económico sanitario, y la Covid-19. Los datos podrían estar distorsionados por la existencia de un foco de infección, como las residencias de mayores, en una zona; o por haber en una misma demarcación rentas altas y bajas. Por ejemplo, las regiones con mayores recursos han sido las más atacadas: Barcelona, Bilbao y Madrid, pero allí también existe una mayor desigualdad entre sus pobladores. En el último caso, yendo por barrios, la incidencia en Vallecas es similar a la de Chamberí por cada 100.000 habitantes e inferior a la de Retiro. Frente a la anomalía de Leganés con más de 700 contagiados por cada 100.000, el resto de la periferia, como Getafe, tiene entre 101-200 casos por cada 100.000 personas.

Los factores determinantes de la salud también mejoran entre los de clases sociales más altas, según los datos oficiales: mejoran «en los grupos de posición socioeconómica más favorecida», indica la Encuesta Nacional de Salud. «Mejora el tabaquismo, se reduce el consumo de alcohol, aumenta la actividad física, la lactancia natural y el consumo de fruta». Lo que se suele reducir a «tabaco, dieta y ejercicio» influye en la aparición o tratamiento de las enfermedades crónicas. «A los estilos de vida se les atribuye el 30% de la salud», sostiene Villalobos.

Cuando la crisis sanitaria se convierta en una crisis económica, algo que ya se da por hecho con una caída pronunciada del PIB español, la incidencia del coronavirus seguirá mordiéndose la cola, con un efecto de retroalimentación que generará más población vulnerable, por patologías previas o por imposibilidad de cumplir con el aislamiento preventivo. «Cuando desaparezca la epidemia va a haber un segundo momento con consecuencias sociales», aseguraFrancisco Lorenzo, director de Acción Social de Cáritas. «La desigualdad puede aumentar».

¿Puede ocurrir una fractura social? «España no es un país que se fracture fácilmente en términos violentos, porque la familia ha jugado un papel crucial de pegamento social», dice Lorenzo. «Pero hay que entender que los servicios públicos son los auténticos garantes de los derechos. No sólo la sanidad, también la educación o la vivienda». La pobreza severa afecta a 4,2 millones de personas en España, calcula Oxfam, y la brecha económica podría repercutir en los servicios sanitarios, como ocurrió en 2008, y desproteger a la población en situación de exclusión social.

A menor ingreso familiar,más riesgo de contagio

Los ingresos familiares determinan las posibilidades de seguir las medidas de seguridad recomendadas por las autoridades sanitarias, como la distancia social o el confinamiento. «No hablamos de un único rostro», expone Francisco Lorenzo, director de Acción Social de Cáritas. «Por pobreza hay personas que viven en hogares hacinados, pequeños y con situaciones de insalubridad o poca higiene. Con problemas de relación entre ellos, de alcoholismo o de violencia. personas que están en una olla a presión».

En el microcosmos demográfico la rapidez de contagio se puede inferir por «lógica», pues «la pobreza hace imposible seguir las medidas de prevención en familias de menor renta», advierte Liliana Marcos, investigadora de Políticas Públicas de Intermón Oxfam, ONG que estima que la tasa de hacinamiento es más del doble en el 10% más pobre de la población con respecto al promedio. «En los hogares de renta baja se vive con los abuelos, están más expuestos y no pueden mantener de aislamiento social». A la población más vulnerable, no obstante, «es imposible identificarla con los datos disponibles porque no están desagregados».

A partir de los aspectos sociales la brecha sanitaria se amplía en diferentes aspectos, refieren los expertos consultados. Con una renta ‘per capita’ por encima de la media pueden disponer de coche particular y no viajar en transporte público; hay mayor espacio en casa para separar a las personas con síntomas y más áreas para hacer ejercicio físico; disponen de mejores y más grandes frigoríficos o pueden comprar equipamiento adicional para almacenar más víveres y salir menos al supermercado. También, como se vio durante el confinamiento blando inicial, poseen una segunda residencia en lugares con menos contagios, a donde han ido a vivir durante el estado de alarma.

El aspecto más importante de todos, sin embargo, está en que «a mayor renta, mejor educación y, a mayor educación, mejores empleos y viviendas», dice Julio Villalobos, investigador de Gestión de Salud de la UOC. Con un peor nivel de cualificación los empleos suelen estar expuestos al público o ser obligatoriamente presenciales, como los servicios domésticos o la construcción, sin que exista la posibilidad de ocuparlos por vías digitales.

«En España dos de las principales fuentes de crecimiento económico tienen que ver con los sectores de servicio y construcción, y han generado mucho empleo precario, que evidentemente no puede teletrabajar. O lo pierdes o te expones», indica Francisco Lorenzo, director de Acción Social de Cáritas. «A ellos se les hará más difícil la reincorporación después de la epidemia». Además la apertura del confinamiento expone especialmente a estos tipos de empleo ejercidos por los estratos inferiores de la escala social, «donde no es habitual mantener el sueldo sin hacer la tarea».

En un país que cuenta con un sistema sanitario público de alta calidad y con notables elementos de salubridad (agua, aire, medio ambiente), al final de la línea de la pobreza se encuentran los colectivos absolutamente expuestos. No son pocos. El INE ha reportado que los que acuden a los centros de atención a personas sin hogar rondan las 20.000 cada año en los últimos periodos. «En 2018 se alojaron 18.001 personas de media diaria, mientras que se dieron unas 48.000 comidas, ambos baremos en ascenso con respecto al bienio anterior.

«Los que están fuera de los sistemas de protección general son las personas sin hogar, con enfermedades de salud mental o adicciones», dice Lorenzo, «que carecen de una vivienda en condiciones, con una alimentación inadecuada o con niveles de estrés muy altos por la inseguridad de la precariedad económica».

Doménico Chiappe

Fuente: Hoy.es;

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