Ana Sánchez
Basada en hechos históricos, esta coproducción franco-alemana-belga-rumana se desarrolla en los primeros momentos de la conocida como Gran Guerra, la que, en su momento, se pensó que nos ayudaría a aprender la lección y que sería la última de las guerras en el mundo; de hecho, posteriormente se la ha venido conociendo como Primera Guerra Mundial, superada con creces por la Segunda y por todas las que después se han sucedido, incluida la actual “guerra mundial a pedazos” como bien la ha denominado el Papa Francisco.
Cuando se estrenó esta película, en 2005, se hizo más famosa la primera tregua que se produjo en el invierno de 1917, a los cinco meses de comenzada la guerra, con motivo de la celebración de la Navidad, que todos los contendientes pensaban que podrían pasar en sus casas (esas eran las expectativas de la rapidez de la victoria de cada uno de los bandos).
En varios puntos del frente, algunos soldados abandonaron las trincheras y se produjo lo imprevisible: los contendientes descubrían en el adversario a una persona, no a un enemigo, sino un hombre, un padre, un hermano, un hijo… igual que ellos. Esa es una de las diferencias fundamentales entre vivir a pie de calle, desde abajo y vivir desde una atalaya, en los despachos de mando. En el día a día de los ataques y del tiempo entre ataques, todos viven en las mismas condiciones, con frío, enfermedades, piojos,… y con el sinsentido de que deben considerar al que tienen delante como la personificación del mal que quiere quitarles la vida, destruir su hogar, invadir su pueblo.
Es mucho más lo que les asemeja que lo que les diferencia, empezando porque son meros peones en un tablero que se juega desde las altas instancias en búsqueda de ganancias para unos pocos… a costa de muchas vidas (en la Primera Guerra Mundial fueron asesinadas 17 millones de personas y 21 millones más resultaron heridas).
En el fondo, cada uno pretende simplemente vivir, hacer avanzar la sociedad y la historia hacia un mundo mejor y eso es precisamente lo que descubren en esta tregua a través de las fotos, canciones, oraciones, juegos, bebida… Los gustos son similares, las necesidades son muy parecidas, la historia de cada uno es pareja a la de aquel del país vecino. En el día a día de las trincheras hasta se acompasan los ritmos, así es que, no lo olvidéis: ¡a las diez os espero con el café!.