Celebrando la eucaristía en la casa Emaús

Ha fallecido Monseñor Damián Iguacen

Monseñor Damián Iguacen Borau ha fallecido este martes 24 de noviembre de 2020 a los 104 años de edad en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que lo atendían en el Hogar Saturnino López Nova, en Huesca. El estado del obispo emérito de Tenerife se había deteriorado durante los últimos meses.

La Misa exequial se celebrará el jueves 26 de noviembre, a las 11:00 horas, en la Catedral de Huesca con presencia de Monseñor Álvarez.

Biografía

El obispo emérito de Tenerife nació en el pueblo aragonés de Fuencalderas (Zaragoza). Cursó estudios en el Seminario Conciliar de la Santa Cruz de Huesca. El 7 de junio de 1941 fue ordenado sacerdote. El 11 de octubre de 1970 consagrado obispo en la Catedral de Barbastro y el 14 de agosto de 1984 se convierte en prelado de la diócesis de Tenerife, de la que era obispo emérito.

Su primer destino fue como párroco en diversas parroquias en la Diócesis de Huesca de 1941 a 1944. Fue vicerrector del Seminario de Huesca de 1944 a 1948 y consiliario de Jóvenes y Mujeres de Acción Católica entre 1950 y 1969. De 1955 a 1969 pasó a ser párroco de San Lorenzo de Huesca.

Posteriormente, recibió el encargo como Administrador Apostólico de Huesca en 1969 y fue nombrado Obispo de Barbastro el 11 de octubre de 1970 hasta que en 1974, fue trasladado a la diócesis de Teruel. En 1984 fue nombrado Obispo de Tenerife, ministerio que desempeñó hasta el 12 de junio de 1991, cuando la Santa Sede aceptó su renuncia y pasó a ser emérito.

En la CEE fue miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia de 1972 a 1981 y de 1984 a 1993, presidió la Comisión de Patrimonio Cultural.

Además, en el trienio de 1975-1978 formó parte de la Comisión para la Vida Religiosa. De nuevo fue miembro de ella de 1981 a 1984.

Mons. Iguacen también publicó diversos estudios y libros sobre el patrimonio histórico y sobre advocaciones marianas.

Amigo

Damián Iguacen en las Jornadas Felipe Lopez

Muy querido por las familias y militantes del Movimiento Cultural Cristiano y Encuentro y Solidaridad. Participó en numerosos ejercicios espirituales y distintos actos en los últimos años.

En la fotografía la vemos participando en las jornadas de Militancia Cristiana D Felipe López organizadas por el Movimiento Cultural Cristiano en enero de 2010. En esa jornada recordaba que los cristianos, que somos buscadores de las Verdad, no podemos ser simplemente “transmisores de noticias; debemos conocer la realidad para obrar con eficacia. El Señor nos quiere comprometidos y santos” y que vivamos con alegría y buen humor cristiano, las Bienaventuranzas”.

D. Damián destacaba continuamente la figura de María como fundamental en la espiritualidad de encarnación ya que ella representa como nadie la cercanía de Dios al ser humano y la preocupación viva de la Iglesia por los que sufren. Reproducimos la oración que dedicó a la Virgen:

ORACIÓN A SANTA MARÍA DEL BUEN HUMOR

D. Damián Iguacén

Oh Jesús, Sabiduría eterna. Cuando el Creador » afirmaba los cielos y ponía límite al mar y asentaba los cimientos de la tierra, Tú estabas junto a El como arquitecto, eras su encanto todos los días y en todo tiempo jugabas en su presencia, jugabas con la bola de la tierra y eran tus delicias los hijos de los hombres». Ahora te contemplo Niño Juguetón en el regazo de la Virgen Madre y vengo a pedirte sabiduría y buen humor.

Contigo quiero también jugar con la bola de la tierra y ser el encanto de Dios, mi Padre, y las delicias de las gentes, mis hermanos. Quiero estar alegre siempre, siempre de buen humor y además contagiarlo a los que están a mi vera. Dame humor, buen humor, sentido del humor.

Necesito humor para seguirte, Señor, para creer en las Bienaventuranzas, para amar y perdonar a todos. Necesito fuertes dosis de buen humor para ser sal, luz y fermento de este puñetero mundo, entre gente incordiante e inaguantable, de esta sociedad de gentes crispadas y conflictivas, en unas comunidades inexplicablemente ásperas, tensas y ácidas. Dan ganas de no poner ya más sal a la «cosa», de esconder la luz en un rincón y no seguir animando y empujando. «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no hacéis duelo», dijiste Tú mismo no sin humor.

Ya ves, Señor: guerras, luchas, odios, divisiones, injusticias, enfrentamientos, lamentos, protestas, quejas, crisis, tensiones, malas caras, piques, peleas, intolerancias, conflictos, celos , envidias, nervios, destemplanzas, tristezas, manías, angustias, malos humores… ¡Ya está bien! Dan ganas de dar un gruñido y marchar.

Pero Tú no quieres seguidores gruñones ni entristecidos. No te agradan las procesiones de «sauces llorones», no te gusta oír letanías de resentidos. Lo comprendo, Señor. No es posible ser buen cristiano sin buen humor. No se puede vivir el amor fraterno de verdad sin grandes dosis de buen humor. No es posible la vida espiritual sin sentido del humor. El mal humor no es buen conductor de la Buena Noticia. Dame humor, mucho sentido del humor, fuertes dosis de buen humor.

Quiero distender, relativizar, desdramatizar. No quiero crisparme nunca, por nada. No tomaré muy en serio a los protagonistas de los conflictos. Las cosas no suelen ser como las presentan los problematizados. La exageración es a menudo fruto de la emotividad. Ayúdame a situar los conflictos en su justa dimensión, a rebajar al mínimo el tanto por ciento de veracidad de todo comentario malévolo, ofensivo o desfavorable que oiga, a no dramatizar, a no hacer problema de lo que no es, a no absolutizar lo que sólo es relativo y cambiable: sólo Tú eres el Absoluto; todo cambia y da vueltas, menos Tú, que eres «fuerza tenaz, firmeza de las cosas, inmóvil en Ti mismo, origen de la luz, eje del mundo y norma de su giro».

Tomaré en serio y responsablemente las cosas, pero no quiero confundir seriedad con tristeza, acritud o mal humor. Los problemas y conflictos y las situaciones difíciles se pueden humanizar, distender y aún resolver a base de buen humor. El ser humano vale más que el conflicto; el trato humanitario, más que la rigidez; el espíritu, más que la letra; las personas, más que las costumbres; la caridad, más que los carismas; el buen humor, más que la acidez. El orden y la justicia no están reñidos con el amor, la sonrisa y el buen humor. El humor y la sonrisa son un modo de comulgar con los hermanos. La benevolencia en el juicio, el espíritu de reconciliación, el diálogo, son armas eficaces de distensión en toda lucha y conflicto. «Abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por establecer la fraternidad universal no son cosas inútiles».

Qué risa dan muchas cosas, querido Jesús, Niño juguetón en el regazo de la Virgen Madre: las afirmaciones rotundas de los enfatuados, las poses de los engreídos, las majaderías de los poderosos, la vaciedad de los orgullosos, la ridiculez de los que se dan importancia. Quiero reírme de todo eso. Y de eso que llaman » prestigio», «valer», «honor», «dignidad», «autoridad», cuando realmente a veces no es sino vanidad y amor propio. Quiero reírme de «cosas» que la gente busca afanosamente, por las que se pelean y enfrentan los que no saben vivir sin ellas. Qué risa, Señor, qué pena. Pero, sobre todo, quiero reírme de mí mismo. Que me vea espantosamente ridículo cada vez que me dé importancia o me busque a mí mismo, olvidándome que soy «el último de todos y el servidor de todos». Los importantes sois vosotros: Tú, Señor, y los hombres mis hermanos.

Ayúdame a mantener inquebrantable mi buen humor ante la terquedad «irritante» de los que no me quieren o me interpretan «mal o se meten conmigo o se burlan y ríen de mí. Que no pierda el buen humor ante las maquinaciones, manejos y enredos de gente intrigante. Que no caiga en la trampa de tratar como enemigos a los que no me quieren O hablan mal de mí. Que no me atrapen los tentáculos de la envidia ni de los celos. Que no me roben la alegría los desengaños, frustraciones o desencantos ni el fastidio de la vida. Que los golpes que recibo no me dejen amargado ni resentido. Quiero reír, quiero reírme, quiero estar de buen humor.

Gracias, Señor, porque he caído en la cuenta que el humor es la mejor manera de tomarte en serio. Dame sentido del humor, compañero inseparable del amor cristiano, señal de madurez espiritual. Dame sentido de la proporción, lucidez para jerarquizar los valores, inquebrantable fe en la eficacia de los medios pobres. No me importa hacer el ridículo ante la gente; me importa no hacer el ridículo ante Tí que has puesto al revés los valores del mundo.

Santa «María del Buen Humor: muéstranos a Jesús, Sabiduría eterna, Niño juguetón, razón y causa de nuestro Buen Humor cristiano; ayúdanos a mantenernos alegres y bienhumorados; ruega por nosotros, tantas veces pecadores por tristes y malhumorados, para que seamos dignos de alcanzar y gozar de inalterable buen humor aquí en la tierra y de las alegrías eternas en el cielo. Amén.

Puedes escuchar una entrevista que le realizó la emisora de radio canaria «Radio Tamaraceite»:

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