La ‘desistidora’ que lucha contra la ley ‘trans’.

Fuente: ABC

Nagore Goicoechea, estudiante de Psicología. «Esta norma «se ha aprobado a hurtadillas, con un consenso social ficticio» afirma la joven, que pretendió iniciar un proceso de transición con 15 años.»

Con 15 años Nagore comenzó a declararse ‘trans’. No encajaba con el concepto de feminidad. Sufría ‘bullying’ las burlas sobre su cuerpo, su falta de encaje social y su baja autoestima le llevaron hasta una psicóloga que le dijo que si no estaba de acuerdo con su cuerpo es que era ‘trans’, y le animó a iniciar la transición. Pero sus padres se opusieron. Lloros, riñas y enfados le llevaron a distanciarse de ellos, pero acabó comprendiendo que la transición no era la respuesta a sus problemas. Con la ley que ha aprobado el Congreso, hubiera comenzado aquel proceso irreversible. Ahora, desde la asociación Amanda, trata de ayudar a jóvenes que viven la misma experiencia que ella.


—¿Cómo valoras la ‘ley trans’?
—Es una Ley aprobada a hurtadillas, con una ficción de «consenso social», que está lejos de ser real. Psicólogos, psiquiatras, médicos, profesores… Muchos colegios oficiales de profesionales se han posicionado en contra, pero Irene Montero se ha negado a recibirles. Tampoco ha contado con nosotros, los desistidores, ni con los destransicionadores que ahora están saliendo a la luz. De las asociaciones feministas ya ni hablo. Ha hecho pasar esta ley como «feminista», cuando el propio feminismo no ha podido expresar más su desacuerdo. Con ellas, por cierto, tampoco se ha reunido.
—¿Cómo puede afectar a quienes, como en tu caso, habéis vivido un proceso del que luego os habéis arrepentido?
—En mi caso, en lo que me afecta es en coartar mi libertad de expresión, puesto que yo no llegué a hormonarme. Sin embargo, ¿qué habría sido de mí si esta ley se hubiese aprobado en 2016? Yo estaría hormonada. Miles de niñas que ahora afirman ser trans, serán hormonadas y operadas sin pasar antes por ningún tipo de evaluación psicológica. El 97% de las niñas de Amanda tienen malestares psicológicos previos, y se ha estudiado que, si se tratasen, la persona tomaría la decisión que quisiera (transicionar o no) sin prácticamente arrepentimientos. Pero no se está haciendo. Y las personas que destransicionan ni siquiera
son recogidas en la Ley como una realidad, por lo que quedan desprotegidas, sin ningún tipo de ayuda psicológica ni médica.
—¿Por qué no se han tenido en cuenta las aportaciones que habéis hecho colectivos feministas y LGB? 
—Antes pensaba que el buenismo y el desconocimiento cegaba a aquellas personas que no quieren escucharnos. No obstante, empiezo a pensar que es el dinero. Las personas que destransicionen (y las que continúen con la transición) serán dependientes de medicación de por vida, y eso gusta a las grandes empresas farmacéuticas. Además, esto mueve votos. El individualismo extremo y el capitalismo están a la orden del día: partidos autodenominados de izquierdas promocionan productos de marcas multimillonarias, incluso de alcohol, y tachan a quienes señalamos la locura que supone esto de «tránsfobos» y «reaccionarios». Votos, dinero, sillones.

—Planteáis que la ley en vez de favorecer a quienes dice apoyar les va a acabar borrando…
—Más que borrar, considero que va a dañarles. Tanto a las personas transexuales, que pueden verse desprovistas de acompañamiento psicológico, como a las adolescentes que ven la transición como única opción. Los políticos hablan de ‘infancias trans’, pero no dicen todo lo que conlleva esto. Sexismo, medicalización, homofobia. La mayoría de personas que buscan transicionar son chicas lesbianas. ¿Cómo va a poder una niña de 16 años dar su consentimiento para no tener orgasmos jamás, ser estéril, tener mayores probabilidades de trombos y de cáncer, problemas urinarios? ¿Cómo va a poder un niño preadolescente dar su consentimiento para tomar bloqueadores de la pubertad, que le provocarán un parón en su desarrollo
cognitivo y osteoporosis? A quienes sí nos va a borrar es a las mujeres. ¿Cuál es la definición de mujer, si no va ligada a una realidad material? ¿A quiénes estarán dirigidas las leyes de protección hacia las mujeres?
—La norma parece que no tiene presente a quienes habéis vivido un proceso de ‘desestimiento’ o de ‘destransición’. ¿Cómo os sentís en este colectivo?
Por desgracia, pocos nos atrevemos a alzar la voz. Se nos deja de lado, y se nos dice que nuestras experiencias no son importantes, que nos hemos equivocado y que eso no tiene por qué pasarle a todo el mundo. Nos insultan, e incluso nos amenazan de muerte. Y es verdad: no tiene por qué. Pero, si se empuja a la transición, si se recetan hormonas en la primera consulta con el médico (sí, está pasando), si se dice que «si piensas que eres ‘trans’, es que lo eres», si no se sabe ni definir «mujer». ¿Qué esperamos que ocurra?
Los ‘destransicionadores’ han sido abandonados por su propio colectivo, y se pretende callar sus voces. Pero deben ser escuchados: son chicos y chicas que han sido engañados por una ideología que busca medicalizar a las personas, una ideología capitalista e individualista cuyo único análisis de la realidad es «si quieres [ser mujer], puedes».

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