Nunca le he sido infiel

Diego Velicia, psicólogo del COF Diocesano de Valladolid

Si preguntamos qué es ser fiel en un matrimonio, una inmensa mayoría de personas nos responderá algo parecido a “no liarse con otras personas”. Si vivimos la fidelidad como “no hacer determinadas cosas con otras personas” la fidelidad se convierte en algo a “conservar” (como las sardinas en conserva, que dejan de estar vivas) y nos quedamos sin herramientas para hacerla crecer. La fidelidad en la pareja es importante porque el valor de lo que se entrega, la propia persona en su totalidad, pide la garantía de la fidelidad. Y si las personas que forman ese matrimonio están vivas, su fidelidad está llamada a estarlo también.

La mayor amenaza a la fidelidad son las comparaciones negativas que nos hacemos en nuestra cabeza ante determinadas situaciones en la vida. Cuando siento que mi marido no me comprende empiezo a acordarme de aquel novio que tuve, “ése sí que era realmente comprensivo”. Cuando veo que mi mujer me reprocha malhumorada determinados comportamientos, empiezo a pensar que “mi compañera de trabajo tiene mucho mejor humor que mi mujer”. Que este pensamiento se dé en alguna circunstancia no es un gran problema, pero si este tipo de pensamientos se convierten en algo sistemático, una grieta empieza a abrirse en la pareja.

Vamos a compartir algunas formas de acrecentar la fidelidad en la pareja. Al leerlas es posible que descubramos que, aunque yo “nunca me haya liado con otra persona”, tampoco he procurado ser cada día más fiel al otro y descubramos una llamada, una tarea.

Compromiso incondicional: cuando tengas baches en la relación o los defectos de tu cónyuge te desesperen, recuérdate a ti mismo el compromiso que adquiriste y renueva el deseo de abordar junto con el otro los problemas que puedan existir en la relación. No los pospongas, no te los tragues. Al mismo tiempo, no dejes de tener presentes las cualidades de tu pareja, para que esa mala racha no se convierta en una crisis permanente que ponga en cuestión toda la relación.

Marca límites en tu trabajo: en ocasiones, la cercanía e implicación que tenemos con personas de otro sexo en nuestro trabajo hacen que podamos compartir con ellos deseos de nuestro corazón, anhelos, sueños… que quizá no hemos compartido con nuestra pareja. Si piensas que tu pareja se puede sentir incómoda de la relación que mantienes con ese compañero o compañera de trabajo, o prefieres no contarle cosas de ella, o piensas en esa persona cuando las cosas no van bien en tu pareja, es señal de que los lazos que te unen a ese compañero no son puramente laborales. Comparte con tu cónyuge tus sueños, tus deseos, tus preocupaciones también las referidas al ámbito laboral.

Sé sincero, transparente: hay veces en las que intentamos evitar las discusiones y para ello mentimos. Bien sea de una forma directa o bien diciendo medias verdades, u ocultamos información. En ocasiones podemos pensar “no le voy a contar que estuve tomando café con este amigo, total, es para que no se enfade, se lo va a tomar mal y no es para tanto, igual no le hace gracia y eso que un café no va a ningún lado…” De esa forma construimos un muro entre la pareja que nos aleja del otro. Ser sincero parte, ante todo, de la sinceridad con uno mismo. De reconocer lo que nos pasa y lo que sentimos. Lógicamente no quiere decir contar al otro absolutamente todo lo que hacemos, pensamos y sentimos. Pero es preciso no ocultar nuestras conductas. Ni siquiera con la “buena intención” de ahorrar al otro un sufrimiento o evitar una discusión.

Nos quedan algunas formas más, de las que hablaremos otro día.

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