Autora: Mª Isabel Rodríguez, traductora de la biografía de Hermann Scheipers.
Hablamos del último sacerdote católico alemán superviviente del campo de concentración de Dachau. A la edad de los 102 años no le sorprendió la muerte, se fue de este mundo sereno y en paz. Tuvo tiempo para preparar el encuentro con el Padre, planificó hasta el más mínimo detalle su entierro. Al cumplir los 100 años bromeaba diciendo: «Dios se ha olvidado de mí».
Herman Scheipers nació el 24 de julio de 1913, pasó hambre de niño en la I Guerra Mundial, esa experiencia le marcará el resto de su vida. Se convirtió en una persona con una voluntad inquebrantable y de gran fortaleza. Decía que los años que sobrevivió en el campo de concentración Dios le sacó de la mediocridad porque en la persecución y en el sufrimiento fortaleció su fe y su vocación. Conocer vidas como la suya es una forma de acercarnos un poco más al genocidio del holocausto y nos ayuda a romper con mitos y mentiras, entre otros el que la Iglesia Católica colaboraba con Hitler.
Su persecución por los nazis comenzó con la publicación de un decreto que prohibía a los polacos condenados a trabajos forzados recibir el sacramento de la penitencia y sobre todo participar en las misas alemanas. Entonces Scheipers decidió celebrar la misa a polacos, ya que eso no se había prohibido. Él no sabía polaco y pidió ayuda a un intérprete para que le tradujera el evangelio. El chivatazo de un policía fue suficiente para arrestarlo. A partir de ese momento fue declarado por los nazis ‘una amenaza para el Estado por colaboración amistosa con los enemigos’.
En marzo de 1941 fue deportado al campo de concentración de Dachau, un destino para sacerdotes y obispos. Allí hubo 3000 sacerdotes presos, de ellos 1000 eran polacos. Fue su hermana Anna Scheipers la que consiguiera presionar a la Gestapo en Berlín para salvar a su hermano de morir en la cámara de gas, salvando así a más de 500 sacerdotes.
Scheipers me cuentaba con gran emoción lo que sucedió el 17 de diciembre de 1944, día en que todo se dispuso para la ordenación clandestina de Karl Leisner. Ello sólo fue posible manteniéndolo bajo un secreto sepulcral y la complicidad entre los otros presos.
Karl Leisner era un diácono que padecía un tifus terminal y ansiaba ser sacerdote. Hermann Scheipers insiste en que “Este hecho no debe olvidarse jamás en la historia de la Iglesia. En su dimensión espiritual aquello fue mucho más que un simple acontecimiento histórico”.
Mención aparte merece la novicia María Imma Mackel, conocida como Mädi. Ella tuvo un papel determinante para hacer realidad esta ordenación y a la que también le dedicaremos un espacio en este blog más adelante.
Poco antes de la liberación del campo de concentración Scheipers logró huir durante la última Marcha de la Muerte (27 de abril 1945). Inmediatamente se las ingenió para conseguir pan y en lugar de esconderse regresó esa misma noche al encuentro de la Marcha de la Muerte. Se ocultó en la oscuridad junto al borde del camino disfrazado de anciana para no ser descubierto y darle pan a sus compañeros presos.
De mi último encuentro con él recuerdo cómo me contaba una y otra vez cómo sobrevivió en el campo de concentración, pero sobre todo recuerdo su semblante cuando narraba cómo otro sacerdote muy enfermo le dio su pan “En realidad yo no debía haber aceptado ese trozo de pan porque él sufría una terrible diarrea y era lo único que podía comer. Su acción fue irracional. Me regaló muriendo su pan. Poco días después murió de hambre en la enfermería. Nunca podré olvidar su gesto de amor”. Este gesto le marcó para toda la vida, allí vio claramente como Dios mismo se entregaba.
Finalizada la guerra podía haber regresado a su casa junto a su familia pero decidió volver a la zona alemana ocupada por los rusos llamada República Democrática Alemana. Hermann Scheipers quería entregar su vida junto a los más pobres “porque me parece que allí soy más necesario” decía. Sufrió la persecución y vigilancia bajo dos estados totalitarios por la Gestapo y la Stasi. Sin embargo él siempre supo utilizar su astucia para cumplir con su ejercicio ministerial.
Al final de su vida hablaba del tercer totalitarismo que le había tocado vivir: el que lleva a la muerte por hambre a tres cuartas partes de la humanidad. El totalitarismo de la indiferencia, de cómo la economía mata, del derroche neocapitalista que acaba convirtiendo a muchos países del tercer mundo en un gran campo de concentración.
Recuerdo, durante su visita a España en 2011, la energía con la que hablaba, sus ganas de vivir y compartir, su fino sentido de humor. Pero sobre todo de cómo transmitía paz y perdón. Ni su mirada ni sus palabras albergaban un resquicio de rencor. Transmitía con pasión, con fuerza y firmeza que sólo Dios basta. Su vida fue y sigue siendo un testimonio de esperanza.
En éstos tres enlaces que hay a continuación puedes ver tres entrevistas, de 10 minutos cada una. Hablamos con Hermann Scheipers, están en original y subtituladas.
La Iglesia frente al totalitarismo 1/3
La Iglesia frente al totalitarismo 2/3. Espiritualidad martirial
La Iglesia frente al totalitarismo 3/3. Sacerdote bajo dos dictaduras