Por Eugenio Alberto Rodríguez
Negocio. Muchas veces el drama de alguien es utilizado para hacer negocio por otros. Aunque sea muy frecuente no debemos acostumbrarnos. La limpieza moral se muestra precisamente en ese no adaptarse a lo injusto. Hacer negocio del drama es inmoral y ha pasado más todavía en pandemia. Ha sido negocio el precio de las mascarillas, de los test, etc. Desaparecieron las ofertas de los grandes supermercados, muchas cosas subían de precio. Se confirmaron las sospechas cuando conocidas marcas dieron su cuenta de resultados. Ha sido negocio la sanidad privada. Mientras se hablaba de que faltaban camas la vicepresidenta del gobierno disponía de una suite sanitaria en la Ruber. La patronal de la sanidad privada ha afirmado reiteradamente que nunca les faltaron ucis. También la llegada de emigrantes se convirtió en negocio para las empresas turísticas que tenían vacíos los hoteles. Ni precio social ni nada, cuando paga el “fondo común” parece que nadie paga. Ya se sabe que lo común no es de nadie. Pagan los pobres, paga el trabajo, paga realmente el que más le cuesta adquirir sus ingresos.
Ultranegocio. Más allá de este negocio o aquel hay un gran negocio para ciertas instituciones. La aceleración de determinados procesos como los de la banca y determinados sectores empresariales durante la pandemia son muy clarificadores. Han conseguido en un año lo que les hubiera llevado años conseguir. Asistimos a las mayores regulaciones de empleo de la historia de diversos sectores. El lema imperativo «quédate en casa» beneficia a un tipo de empresas y dificultará el desarrollo de sindicato solidarios. El señor Bezos ha viajado a la luna para desde allí decirnos a todos que el mundo entero es su mercado y que con lo que se ahorra de impuestos se ríe de todos. Zara anuncia el cierre de miles de tiendas…. “Quédate en casa” se dice porque ya habrá un “esencial” que te sirva pedaleando.
Capitalismo. ¿Habría sido igual la pandemia si no estuviéramos bajo un régimen económico capitalista? Creemos que no. Nos parece que el contexto económico solidario no habría eliminado el virus pero sí muchas de sus fatales consecuencias. Sin la voracidad capitalista habríamos tenido un sistema sanitario mucho más eficaz. Sin la división internacional del trabajo, promovida desde el capitalismo, China no sería el polígono industrial del mundo y España podría haber tenido fábricas de mascarillas, respiradores etc.
Modelo sanitario. El modelo sanitario acorde con el capitalismo da más importancia al hospital que al centro de salud, a la cantidad de máquinas que al seguimiento cotidiano de los enfermos por parte de unos sanitarios que conocen las peculiaridades de cada familia (longitudinalidad). En un modelo sanitario solidario el virus no nos habría cogido tan cargados de enfermedades; no debemos olvidar que el virus afecta mucho más o menos según la situación sanitaria de base de los pacientes. En esto modelo sanitario hipermedicalizado que afecta sobre todo a los ancianos, era lógico que las medicaciones que se administraban a los enfermos de covid resultaran excesivas (está demostrado que ha habido uso inadecuado y excesivo de varios medicamentos como la hidroxicloroquina). Pasan cosas tan llamativas como que en verano los ingresados en UCI tienen seis veces menos de mortalidad que en invierno, según algunos expertos porque en verano hay menos tensión en las UCI y se tiende a hacer ingresos con menos gravedad. No parece ajeno a este hecho que haya intereses económicos. Las UCIs han salido en los medios de comunicación más que nada para asustar sin informar apenas de estas otras cuestiones. Parece exigible un equilibrio entre los diferentes medios y no parece acertada el maltrato a la sanidad más cercana e influyente para la mayor parte de las personas; nos parece discutible la continua bajada de presupuestos y personal para Atención Primaria. Por ejemplo, de los 72.000 millones de euros de fondos europeos que llegarán a España, se destinarán 1.069 millones de euros (el 1,48 % del total) al Componente 18 titulado «Renovación y ampliación de las capacidades del Sistema Nacional de Salud” ¿Cuánto para Atención Primaria? 0 €.
El remedio peor que la enfermedad. En ese conocido dicho se resume una experiencia frecuente de la vida humana: a veces queriendo resolver algo generamos un problema mayor. Enfrentándonos a un virus importantísimo se abandonaron las otras enfermedades y pasó lo que tenía que pasar. Los diabéticos encerrados empeoraban, los que tenían apendicitis se aguantaban y cuando se presentaban en el hospital tenían peritonitis. Cánceres que al no detectarse de forma precoz crearán una mayor mortalidad de la esperada y que seguramente veremos a lo largo de los próximos años. Los ancianos que habrían podido salir a coger sol sin mucha interacción social bajaban la vitamina D. El miedo bajaba -en general- las defensas naturales. La consigna habitual de caminar y moverse se convirtió en un “quédese en casa” que hizo aumentar la media del peso de los españoles. No digamos las enfermedades psíquicas y el aumento (silenciado) de suicidios.
Antiasocianismo. Una vieja tradición conservadora defiende que el derecho de asociación no es tan importante. Para los explotados ha sido claro que era el primero de los derechos, un deber más bien, si se quería responder a los problemas. Los mensajes sociales de la Iglesia también le han dado máxima importancia. Los caciques, las oligarquías de derecha o izquierda siempre lo han limitado. No podía dejar de ser así en la gestión autoritaria de la pandemia. No solo en el momento más duro del confinamiento, también después era más fácil reunirse en una terraza para consumir (había que “dinamizar la economía”) que para una actividad social, artística, sindical o religiosa. Las asociaciones -por ejemplo- de salud mental se veían obligadas a suspender sus terapias autogestionadas en vez de motivarlas a mantenerlas al aire libre.
Antiasocianismo religioso. Especialmente absurdas eran las medidas contra las reuniones religiosas habituales. En algunas comunidades autónomas o en ciertas fechas se limitaron brutalmente estas reuniones en las que no ha habido ningún problema. En Canarias se preguntó en rueda de prensa un jueves al presidente si el aforo de 10 personas era también para templos, mezquitas, etc independientemente del tamaño y este contestó que sí sin arrugarse. Pasado el fin de semana derogó la norma y dejó el daño psicológico hecho y el miedo metido en el cuerpo de una población asustada sin necesidad. Destacó en el despropósito Castilla/León donde el número de personas que podían reunirse en una celebración era el mismo para un ermita que para una catedral, cuando las datos científicos constataban que la peligrosidad de la catedral era menor que el de un centro comercial. Pero el centro comercial tiene unos propietarios y unos intereses que presionan más.
Ecología. Todavía no estamos seguros de cual es la causa biológica de esta pandemia. Cada día se cree menos que sea una conspiración o un plan extraño. Una causa muy posible es que el comportamiento explotador de la humanidad (o mejor dicho, los más consumistas, no los consumidos) respecto de la Casa común si no es la causa directa (cosa posible por la llamada “zoonosis”) al menos ha colaborado a su desarrollo. Como advertía el papa Francisco en Laudato si! la desaparición de especies, la degradación ecológica, esquilmar bosques etc tiene consecuencias serias. Hemos de reflexionar sobre el cuidado de la naturaleza. Las políticas consumistas de los recursos deben ser duramente criticadas. Y no pueden ser criticadas, como a veces se hace, aludiendo por igual a los consumistas que al los consumidos. Las frases del estilo “nos estamos cargando el planeta” debe ser sustituidas por otras que aludan no a los que pasan hambre o necesidad sino a los que consumen más de la cuenta.
Vacunas. Otro asunto cuya moralidad debe aclararse en el referido a las vacunas. Son muy pocos los que dudan de que haya que vacunar. Lo que muchos ponen en duda es este tipo de vacunación masiva con un tipo de vacuna (RNAm) cuya técnica se preveía madurara en unos años y experimentada en oncología se descartó su uso. Parecía lógico que las primeras vacunas fueran para las personas que lo necesitaran mientras el virus circulaba entre gente con un sistema inmune fuerte, lo cual haría posible algún tipo de inmunidad colectiva. La vacunación masiva, defienden algunos científicos, ha podido hacer mutar (y “mejorar”) el virus, con lo cual ya nunca podrá haber inmunidad colectiva. Muchos expertos que no dudan que se deban usar vacunas en segmentos de población que lo necesiten, no creen que sea conveniente el uso masivo de unas vacunas sobre cuya eficacia hay muchas dudas publicadas en las revistas médicas más prestigiosas. Los estudios sobre vacunación realizados por científicos favorables al uso racional de las vacunas, afirman que según han ido bajando los datos de letalidad el uso de vacunas debería ser más prudente porque toda medicación debe calcular el interés de su uso comparando los riesgos y los beneficios.
Vacunas en un mundo global. En lo que sí tienen razón los del “todos juntos” es que la pandemia es global. No pocos han sido conscientes de que el exceso de confianza del mundo occidental se basaba en que otros problemas como la gripe A no se habían salido del sureste asiático como ha pasado con el covid. Hay que reconocer (frente a la soberbia occidental) que es comprensible que con aquella experiencia los países del sudeste asiático estuvieran más preparados. Sí, tienen razón los del “todos juntos” que vacunar al primer mundo dejando de lado el tercero no resolvía realmente el problema. No se les ha querido oír pero parece evidente que tenían razón quienes, como el presidente de la Sociedad española de vacunología, defendían que antes de vacunar adolescentes y niños del Primer mundo era necesario vacunar a los vulnerables de los países llamados “en vías de desarrollo”. La ceguera capitalista lo ha impedido y la situación es realmente absurda desde el punto de vista científico.
Expropiar. En la borrachera legislativa que le entró al gobierno de España Pablo Iglesias (desaparecido respecto de su responsabilidad en las residencias) logró meter en la normativa la posibilidad de expropiar viviendas en caso de necesidad. Esta iniciativa es profundamente coherente con la DSI y la necesidad era evidente: familias viviendo en un habitación, sanitarios poniendo en riesgo a su familia y generando un tremendo desgaste psicológico y físico con las medidas que tenían que tomar al llegar del trabajo. Había sanitarios que decidían irse a vivir a otra casa o residencia con el coste económico que conllevaba. ¡Claro que había necesidad! Pero le faltó tiempo al ministro Ábalos para aclarar que eso no se llegaría a ejecutar. Y así fue. ¿Para qué tenía tiempo el gobierno? Para la aprobación de la eutanasia o del Ingreso Mínimo Vital. Usan el impacto social para colar medidas sin el necesario debate social. Avanza la Cultura de muerte y el desempleo crónico subsidiado. ¿No podrían haber hecho algo contra las eléctricas o la Banca?
Sindemia. El concepto ‘sindemia’ fue concebido por primera vez por Merrill Singer, un antropólogo médico estadounidense, quien argumentó que un enfoque ‘sindémico’ revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política de salud”, explica Horton. La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, señala que una pandemia es únicamente una propagación mundial de una nueva enfermedad. El editor de The Lancet, asegura que “el Covid-19 no es una pandemia. Es una ‘sindemia'» ya que hay que analizar y enfrentar al virus desde un enfoque biológico y social.