Francisco Rey Alamillo
Václav Havel era un reconocido autor dramático cuando estalló la Primavera de Praga en 1968 . Havel fue uno de los firmantes del Manifiesto de las dos mil palabras en el que un puñado de intelectuales pedían libertad de expresión, elecciones libres y eliminación de cualquier tipo de censura, en la línea de las medidas que impulsaba el propio secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia, Alexander Dubček, en su “construcción de un socialismo de rostro humano”.
Václav Havel personifica la tenacidad y la conciencia de una generación de disidentes checoslovacos que desde dentro y fuera del régimen nunca dejaron de creer en la recuperación de las libertades.
Mostramoa algunas de las fotografias que el reportero John Vink de la agencia Magnum hizo de Václav Havel:
Desde 1979 a 1983 Václav Havel desde la prisión checoslovaca donde cumplía condena por delitos contra la seguridad del estado, escribió una carta a la semana a su mujer Olga Havlová. De aquí surgiría su libro: Cartas a Olga: Consideraciones desde la prisión donde Havel aprovecharía para hablar sobre sí mismo, sobre su pasado, sobre sus esperanzas y sus temores…
El reportero de Magnum Peter Marlow, fotografió a Havel junto a su esposa Olga.
Los tanques del Pacto de Varsovia acabaron con esas aspiraciones y Havel inició lo que iba a ser un constante tránsito por las prisiones de su país tras su fallida respuesta al proceso de normalización política que emprendió el Gobierno. Su intensa actividad desde la disidencia y su negativa a salir del país lo convirtieron en un referente en todo el bloque del Este. Un papel que se visualizó especialmente tras la publicación de la Carta 77 , también firmada por numerosos intelectuales checoslovacos, que en 1977 exigía a su Gobierno el respeto a sus propias leyes y a los tratados sobre derechos humanos suscritos por el país.
Más de una década después, en 1989, las reformas políticas en la Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov y, especialmente, la caída del muro de Berlín pusieron al régimen checoslovaco ante una realidad que pronto se rechazó a aceptar. Recién salido de la cárcel, Havel lideró el Foro Cívico, que con su correlato eslovaco Partido contra la Violencia articuló las protestas que se conocieron como la Revolución de Terciopelo y que en apenas dos semanas de noviembre hicieron claudicar al régimen. Después Havel sería elegido presidente de la República.
En el primer discurso dirigido a la nación checa, el ex-presidente Václav Havel destacó con ejemplar claridad la urgencia de vincular la firmeza ética con la práctica política, algo que también es un urgente, justo y necesario, en nuestros días:
“Lo peor es que vivimos en un ambiente moral contaminado. Nos sentimos moralmente enfermos porque nos hemos acostumbrado a decir algo diferente de lo que pensamos. Aprendimos a no creer en nada, a ignorarnos, a preocuparnos solamente por nosotros. Conceptos como amor, amistad, compasión, humildad o perdón han perdido su profundidad y sus dimensiones y para muchos de nosotros representan sólo peculiaridades psicológicas (…). Nuestro país (…) puede irradiar constantemente amor, comprensión, el poder del espíritu y de las ideas. Es precisamente este brillo lo que podremos ofrecer como nuestra contribución específica a la política internacional. Basaryk basó su política en la moralidad. Intentemos, en un nuevo tiempo y de una nueva manera, restaurar este concepto de política. Aprendamos y enseñemos a otros que la política debería ser una expresión del deseo de contribuir a la felicidad de la comunidad más que de una necesidad de engañarla o arruinarla. Aprendamos y enseñemos a otros que la política puede ser no sólo el arte de lo posible, especialmente si eso significa el arte de la especulación, cálculo, intriga, pactos secretos y maniobras pragmáticas, sino que incluso puede ser el arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorarnos y mejorar el mundo” .
”Cuando hablo de un entorno moral contaminado, no hablo sólo de esos caballeros que comen verduras orgánicas y no miran al exterior desde su ventana. Hablo de todos nosotros. Todos nos habíamos acostumbrado al sistema totalitario, lo habíamos aceptado como un hecho inalterable y, por tanto, contribuíamos a perpetuarlo. Dicho de otro modo, todos nosotros –si bien, naturalmente, en diferente grado– somos responsables del funcionamiento de la maquinaria totalitaria; nadie es sólo su víctima, todos somos partícipes también de su creación.»
”Si somos conscientes de ello, todos los horrores que ha heredado la nueva democracia checoslovaca dejarán de parecernos tan terribles. Si somos conscientes de esto, en nuestro corazón renacerá la esperanza.
”Al realizar el esfuerzo necesario para enderezar los asuntos de interés común, tenemos algo en lo que apoyarnos. Estos últimos tiempos –y, en especial, las últimas seis semanas de nuestra pacífica revolución– han desvelado el enorme potencial espiritual, moral y humano, así como la cultura cívica, que estaban dormidos en nuestra sociedad bajo la máscara impuesta de la apatía. Cada vez que alguien declaraba categóricamente que éramos esto o lo otro, yo siempre objetaba que la sociedad es una criatura muy misteriosa y que no es sabio confiar tan sólo en la cara que te presenta. Me alegra ver que no me equivocaba.»
”En todo el mundo, la gente se pregunta dónde encontraron los ciudadanos de Checoslovaquia, dóciles, humillados, escépticos y cínicos en apariencia, esa fuerza maravillosa para deshacerse de la carga del yugo autoritario en pocas semanas y de una forma pacífica y decente. Preguntémonos de dónde sacó la gente joven, que nunca había conocido otro sistema, el deseo de alcanzar la verdad, el amor por el pensamiento libre, sus ideas políticas, su valor cívico y su prudencia cívica. ¿Cómo fue que sus padres –esa generación que se consideraba perdida– se unieron a ellos? ¿Cómo es posible que tantísima gente supiera de forma inmediata qué hacer, y que ninguno de ellos necesitara consejos ni órdenes?”Lo que ahora importa de verdad no es qué partido, qué club o qué grupo prevalecerá en las elecciones. Lo importante es que los ganadores sean los mejores de entre nosotros, en el sentido moral, cívico, político y profesional, sea cual sea su afiliación política. Las políticas y el prestigio futuros de nuestro Estado dependerán de las personalidades que seleccionemos y elijamos después para nuestros organismos representativos.»