La amistad

Javier Marijuán

En una entrevista antes de ser elegido Papa, León XIV ensalzaba la capacidad de entablar amistades verdaderas. Como buen seguidor de San Agustín dijo que la amistad es uno de los dones más maravillosos que Dios nos ha dado.

El Santo consideraba la vinculación amistosa como algo grandioso y por eso, en su libro Ciudad de Dios, dijo: “¿Qué cosa hay que nos pueda consolar en esta sociedad humana, tan llena de errores y trabajos si no es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos?”.

Merece recuperar y echar a rodar esta enseñanza pues hoy es más necesaria que nunca. Ya hay varios países desarrollados que, en respuesta al preocupante aumento de la soledad, han creado ministerios contra la soledad y el aislamiento. Desde ancianos que se sienten abandonados hasta jóvenes solitarios que no pueden adaptarse a las presiones de la sociedad moderna, crece el número de aquellos que sufren soledad en nuestras sociedades desarrolladas.

Estos organismos toman iniciativas en forma de ayudas tratando de promover encuentros, formar profesionales del ramo, crear aplicaciones para fomentar la conexión como la “moneda del tiempo” que son monedas virtuales que pueden ser canjeadas por servicios de atención, etc.

Es un camino equivocado pues ni las ayudas ni el dinero son capaces de paliar los estragos de la soledad no deseada. Como muy bien recordaba Saint-Exupéry no existen mercaderes de amigos.

La solución se llama amistad. Y aunque no se puede ser feliz a solas, hay que advertir que la amistad no puede ser secuestradora y carcelera de las personas ni encerrarse en intereses meramente personalistas. Eso se llama egoísmo de grupo. La amistad es para la lucha. En los amigos debe existir una intencionalidad universal en su relación. Y en el amor al amigo o amamos a todos los hombres, o no amamos a nadie.

Laín Entralgo enseñaba que una amistad que no lleve de algún modo en su seno la vida histórica del grupo a que los amigos pertenecen, y a través de ella la de la humanidad entera, no pasaría de ser un acto de “egoísmo dual”. Por ello, un abrazo entre amigos, en cuya entraña no estuviese intencionalmente, el último pobre de la tierra o víctima de una guerra, no sería un abrazo real y verdaderamente amistoso.

Y tu, ¿cómo andas de amigos?

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