Testimonio colectivo sobre trabajo doméstico y de cuidados

Encuentro y Solidaridad

Este escrito es fruto de un diálogo en la Casa de Cultura y Encuentro de Pamplona, donde un grupo de mujeres de Ecuador, Perú, Bolivia, Nicaragua, Venezuela y España, compartimos sobre la realidad del trabajo doméstico.

«Hemos vivido cada una diferentes experiencias, nos hemos encontrado con gente buena, y con gente que abusa. Más allá de la experiencia personal de cada una, compartimos algunos aspectos comunes de la realidad del trabajo doméstico y de cuidados.

Muchas de nosotras trabajamos sin contrato, sin alta de la seguridad, algunas porque no tenemos papeles, otras porque así nos pagan menos. Ni unas ni otras tenemos derecho a paro, quedamos excluidas “por ley”.

Sabemos que todo trabajo es digno. Aunque el nuestro no se valora. Somos indispensables, pero nos tratan como trabajadoras de segunda.

Algunas de nosotras, aunque tenemos otros estudios y otra profesión, hemos encontrado en el cuidado a los otros algo que verdaderamente nos enriquece. Cuidamos a las personas con las que estamos, y sufrimos por ellos, a veces tan solos y tan abandonados hasta de sus propios hijos. 

Reivindicamos que se nos reconozca como “cuidadoras”, una gran tarea, y que se separe, como se hace en otros países, el trabajo de cuidado del de limpieza, cocina, plancha, costura… Nosotras  hacemos de todo, y a veces no sólo en la casa en la que trabajamos, sino también en la de los hijos, hermanos, sobrinos… Y todo por el mismo sueldo.

Hemos sentido en muchas ocasiones el racismo y la desconfianza. Porque trabajamos en casas nos tratan como ignorantes. Dicen que las migrantes venimos a quitar el trabajo, pero la realidad es que hacemos lo que nadie quiere.

Abusan de nuestra necesidad, nos ofrecen trabajos de verdadera explotación (de lunes a lunes, sin vacaciones, renunciando a tu propia familia, sin posibilidad de hacer red social…) Saben que venimos de países que están en dificultades y pretenden que estemos dispuestas “a todo» por dinero.

Un ejemplo de esto es el trabajo de interna, en el que se trabaja las 24 horas al día, y en muchos casos levantándose hasta 6 y 7 veces cada noche. Es verdad que te ahorras piso y comida, pero también es verdad que supone renunciar a tener tu propia vida, tu propio tiempo y espacio, especialmente duro cuando se tiene pareja o hijos, y se tiene que renunciar a estar con ellos. Como interna vives la vida de la señora, comes lo que ella quiere, ves la televisión que ella decide, vas a la cama cuando ella tiene sueño… 

Puede llegar a ser muy desgastante, física y psicológicamente. En lo físico, son muy frecuentes los calambres, tendinitis, dolores de brazos, hombros, intoxicación con los productos de limpieza… Sufrimos también de insomnio, ansiedad, depresión, estrés…  Parece que aún nadie se ha dado cuenta de que para cuidar tenemos que estar bien. Hay que cuidar al cuidador.

Hemos vivido muchos hechos de desprecio, a veces incluso de maltrato:

  • Cuando se muere tu hermano, y no te dan ni los días correspondientes para poder hacer luto.
  • Te mandan a comer a la cocina, como si fueses un perro.
  • Te encuentras la casa cerrada y vacía sin ningún aviso, perdiendo tu tiempo, y quedándote sin cobrar ese día de trabajo. 
  • Te impiden ver a una hija de 3 años, por miedo a que te puedas contagiar.
  • Te revisan hasta los armarios de tu propia habitación violando tu intimidad.
  • No te dejan ni hablar por teléfono con tu familia.
  • O se enfadan cuando muestras tristeza.

Otro aspecto doloroso, es la soledad, y los mensajes que recibimos de nuestros propios compatriotas: que nos dicen una y mil veces que ya sabíamos a lo que veníamos, a trabajar, que no tenemos derecho a quejarnos, que es mejor no protestar y tirar pa´lante. 

España, es de los peores países en Europa para trabajar cuidando en una casa, sin paro, con sueldos bajísimos, casi nadie dado de alta en la seguridad social… Se habla mucho de “derechos”, pero para nosotras no hay derechos.

Entendemos que puede haber familias que necesiten cuidados y tengan dificultades económicas, gente que  no puede pagar más. Aunque la experiencia de alguna de nosotras, es que gente con menos recursos trata mejor, y que los peores abusos vienen de gente sin ninguna dificultad económica.

Nadie debe quedarse sin cuidados, pero nadie debe ser explotado cuidando. El gobierno debería responder ante esta situación. 

En nuestro diálogo, además de plantear las dificultades que nos hemos ido encontrando, también quisimos recoger todas las cosas que nos han ayudado en nuestro camino: amistades con las que poder hablar, compartir y desahogar, seguir formándonos e intentando crecer como personas, respirar profundamente ante situaciones de mucho estrés y hacer relajaciones, reflexionar, meditar, verbalizar que somos valiosas, que podemos…

También nos ha ayudado participar con asociaciones, hacer terapia, bailar (hasta con la escoba), la relación con Dios, el contacto con la naturaleza, el no callarnos, reivindicar y poner límites a nuestros jefes, sin dejarnos llevar por la necesidad…

Quisimos acabar nuestro encuentro buscando posibilidades de acción. 

Dialogamos de lo importante que es hacer una buena campaña de concienciación, que llegue tanto a las trabajadoras domésticas, para que conozcan sus derechos, como a los empleadores. Esta realidad está enterrada, se desconoce, y se tiene que visibilizar.

Dialogamos sobre medidas políticas necesarias, como el reconocimiento del derecho a paro, que se incentiven los contratos y las altas en  la seguridad social o el papel de los inspectores de trabajo.

Nos planteamos hacer una campaña a través de facebook, de las redes sociales, y los medios de comunicación para que se hable del tema, escribiendo cartas al director, haciendo teatro, buscando apoyo entre periodistas, ilustradores…

Fueron muchas las propuestas, y mucho el entusiasmo que se generó. Ahora nos toca, paso a paso, ir concretando todas las ideas. 

Y no sólo como forma de pelear por el derecho de las trabajadoras, sino también concienciando del abandono que sufren muchos mayores. Nuestros problemas y los suyos están relacionados. Hay hijos que no cuidan ni a sus propios padres, ¿cómo van a cuidarnos a nosotras? ¿cómo van a hacerse conscientes de nuestras necesidades?

El cambio debe empezar por nosotras. Mejor dicho, el cambio ya ha empezado en nosotras».  

CUIDADORAS Y TRABAJADORAS DEL HOGAR EN LUCHA.

1 comentario en “Testimonio colectivo sobre trabajo doméstico y de cuidados”

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