Javier Marijuán y Ana Cuevas
Se ha anunciado una nueva regulación legal sobre la jornada laboral con la promesa de reducirla y la creación de un nuevo marco de flexibilidad. Ello coincide con la publicación de diversos informes que alertan del crecimiento de las bajas laborales por estrés y las voces que apuntan la necesidad de mejorar la productividad individual y empresarial.
El debate sobre las condiciones en las que trabajamos está sobre la mesa. Frente a las clásicas reivindicaciones laborales, emerge hoy con fuerza la de poder trabajar en entornos sanos y así evitar que nuestras vidas queden en manos de una flexibilidad horaria que nos somete a jornadas imprevisibles. Ya no se habla de trabajar menos para trabajar todos, pues vemos como los empleados públicos tienen una jornada laboral más reducida que la del sector privado y no parece que con ello se genere más empleo.
A la despersonalización del trabajo causada por los vaivenes de los mercados hay que sumar ahora la colonización tecnológica. Esto no se soluciona trabajando 2´5 horas menos a la semana (los afortunados que tienen jornada a tiempo completo) sino facilitando que las 37,5 restantes se hagan sin presión agobiante.
Ha llegado el momento de abordar en serio los problemas que se han creado con las nuevas formas de producción y control, con los usos intensivos de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial.
Pero hagámoslo con sensatez y visión estratégica. Legislar con intentos buenistas suele acabar creando más problemas de los que se quieren solucionar. Lo vimos cuando la apuesta por los contratos indefinidos se vio neutralizada con el aumento del trabajo a tiempo parcial y de los fijos discontinuos. El problema no son solo las jornadas eternas, sino también la legión de trabajadores que necesitan trabajar más tiempo, pues su salario de jornada parcial no alcanza para sostener a una familia.
La salud mental puede ser la ocasión que nos permita promover una revolución en el trabajo con una repercusión similar a la lucha por la jornada laboral de ocho horas del Movimiento Obrero de la pasada sociedad industrial. Y eso solo va a ser posible si el trabajo y sus valores van ocupando espacios de protagonismo en esta economía de guerra.
¿Y quién va a llenar el tiempo que traerá la prometida reducción de jornada? Esto lo dejamos para otro artículo.