Un olvido, ¿casual?

Antón Negro

Llama la atención el olvido de la experiencia educativa de promoción de chicos pobres y excluidos realizada en Galicia. Espero que alguien sepa que me refiero a la “Ciudad de los Muchachos” situada en Ourense. Cabe preguntarse, ¿por qué hay ese olvido en los ámbitos educativos y culturales, en los sociales y políticos? Pero entre los exiliados antifranquistas sí conocían y seguían esta experiencia democratizadora, como me comentó Heleno Saña, intelectual exiliado en Alemania; él la seguía desde su militancia anarquista moral y solidaria.

La “Ciudad de los Muchachos” la fundó el 15 de septiembre de 1956 el padre Silva (25.I.1933-3.9.2011) en el bajo de la casa de su madre para después irse la Seixalbo a las afueras de Ourense con el nombre de nación Bemposta (bien-puesta). No se trataba de meter a los rapaces en una sociedad injusta sino construir una realidad autogestionaria, antítesis de aquella época y del autoritarismo de esta, en la cual el líder del partido elegido en primarias dispone de la organización al suyo antojo: cambia de posición el líder y todos lo siguen ciegamente.

Bemposta era una nación independiente democrática dentro de la España dictatorial franquista. Había separación de poderes y leyes propias elaboradas en su parlamento; los cargos eran elegidos; había banco con moneda propia y cambio para los visitantes… Las monedas eran “coronas”, porque todo servicio a la comunidad debía estar coronado por la satisfacción del deber cumplido. Tenía hospital, centros educativos, supermercado, bar, talleres, gasolinera, aduana, capilla y una de las primeras escuelas de medios audiovisuales de España que llegó a tener su propio canal televisivo.

Los protagonistas eran los chicos, futuros ciudadanos de un mundo nuevo, donde todos participaban y tomaban decisiones, más que en la democracia actual. Este movimiento educativo y social en el que los chicos se autogobernaban dio la vuelta al mundo. Su filosofía se resume en “los fuertes abajo, el débil arriba y el niño en la cumbre”. Por eso la capilla se llamaba la Iglesia del Niño Rey.

Convivían más de un millar de habitantes de distintas edades, razas y religiones (había mezquita) y pasaron por la “nación” más de 40.000 chicos. La formación se basaba en los principios de aprender con la mente, con las manos y con los demás. Todos debían aprender un oficio. No había más de 5 horas de estudio, ni deberes, ni exámenes… ya que todo el trabajo se realizaba en la clase. Junto a los estudios normales están los ideados por ellos: Escuela de Circo, Teatro y Escena, Música, Televisión, Imagen y Sonido, Informática y Manualidades. No se cobraba nada a las familias. Se autoabastecían con la huerta y la granja, la gasolinera, talleres, venta de periódicos, trapos y chatarra, y más tarde con las actuaciones circenses. Al principio contaron con el apoyo económico de la familia Silva.

En 1964 fundaron la segunda “Escuela Internacional de Circo” del mundo tras la de Moscú y en el año 66 el “Circo de los Muchachos”. En el 66 tuve la suerte, junto a los compañeros de curso, de asistir en Lugo a la charla en la que el Padre Silva nos explicó la Ciudad de los Muchachos y pudimos ver una de las primeras actuaciones del Circo, antes de su gira por la Península Ibérica. El circo tuvo tanta fama que actuó en 80 países (también de Asia y Australia) y presenciaron su espectáculo más de 200 millones de personas en lugares como el Grand Palais des Champs-Elysées (París 1970) y el Madison Square Guarden (New York 1973). Fueron pioneros en realizar espectáculos sin animales. En las giras se unían a ellos chicos de todo el mundo. Se crearon circos similares y ciudades-Bemposta en varios países.

Entre los reconocimientos que el P. Silva recibió destaco: la Medalla de la Paz de la ONU, el Premio Schweizer de Suiza, la Medalla de los Amigos del Circo de Francia, la Espada Samurai de Japón, la Medalla de Oro al mérito en Bellas Artes del Ministerio de Cultura de España en 1994… También fue propuesto con sus «Muchachos» en tres ocasiones para el Premio Nobel de la Paz por países como Israel, Japón, R. Dominicana e India. Vivió en la Ciudad hasta su muerte que relataron medios internacionales como The Telegraph.

Pedagógicamente era un ejemplo de cómo chicos pobres, abandonados o de familias desestructuradas podían promocionarse y desarrollar sus capacidades. Benito Estrella en el libro “La educación de la mirada lectora” escribe: “Todas las leyes, decretos, órdenes, instrucciones, currículos, asesoramientos…, que hoy gravitan sobre las aulas como una carga, están formulados por gente que está fuera de la realidad, que impune e irresponsablemente emiten órdenes e instrucciones sin ver sus consecuencias para la formación de los niños y los jóvenes; que solo buscan objetivos espurios e inmediatos de control y propaganda política” (p. 100). Pregunto si en este contexto habrá utopía, creatividad, libertad y fuerza para hacer algo parecido a la nación Bemposta.

¿Cómo se puede explicar el olvido de esta experiencia liberadora desde abajo y en los márgenes del sistema social, educativo y político? Bemposta es un hecho de autogestión, corresponsabilidad, igualdad, preocupación por la cultura (hicieron la primera restauración de S. Pedro de Rocas) y solidaridad. Es deseable recuperar lo mejor de las enseñanzas de esta experiencia.

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