Eugenio Rodríguez
El verano pasado me sorprendió quien contó en Facebook que no sabía que responder cuando le preguntaban si había estado de vacaciones Había estado de campamento, que no son exactamente vacaciones, pero había crecido y se encontraba bien. Como imagino que no vais a ir a un enlace de la breve reflexión pongo aquí el texto entero:
“A veces me preguntan si me he ido de vacaciones. Y tardo un rato en responder. Porque si irse de vacaciones es no hacer tu trabajo habitual, sí me he ido de vacaciones. Pero si irse de vacaciones es no trabajar, no me he ido de vacaciones, he estado trabajando.
Si irse de vacaciones es ir a sitios bonitos, sí me he ido de vacaciones, he estado en sitios preciosos.
Pero si irse de vacaciones es descansar, entonces no me he ido de vacaciones porque he vuelto cansado.
He estado de monitor de campamento.
A veces me sorprende cómo los niños esponjan en pocos días, crecen en autonomía, en sociabilidad, en capacidad de observación…
A veces pienso que es mejor que una terapia. Para mí, desde luego”. -Diego Velicia, psicólogo-
Ese hecho ha estado, a veces latente y a veces presente, en mi conciencia durante este curso. Hoy quiero unirme al coro de los que se alegran EN MEDIO del esfuerzo de un campamento y os comparto algunos detalles de la experiencia, toda dialogada con otros pero con sus dosis de subjetivismo.
Los veteranos de los campamentos de SAL! no tenemos como primer objetivo educar. Acaso educar(nos) viviendo solidaridad-amistad-libertad. Ni los jóvenes ni nosotros somos tan engreídos de considerarnos educadores. Queremos caminar, crecer, brotar, florecer, fructificar mejorándonos nosotros y el mundo.
De los jóvenes de hoy en primer lugar hemos aprendido que tienen una importante limpieza de corazón. No son reviraos, no son rebuscaos. Cuando paran suelen darse cuenta de cómo son, de lo que hacen y no hacen. En eso son mejores que nosotros. Algunos se hacen pequeños compromisos como hablar con todos. No es ninguna tontería, sería fenomenal que lo practicáramos los adultos. En reuniones y empresas de todo tipo he visto muchas veces que al que acaba de llegar le cuesta hacerse hueco
También les he visto dispuestos a aprender a hacer tareas que no habían hecho nunca. Una interesante fue preparar fruta en almíbar para no desperdiciarla. Otras personas trajeron mucha fruta echando una jornada de 16 horas de trabajo (gracias Mikela e Iker). Que la comida no se tira puede ser una vivencia en la mesa, una charla y una acción con las manos. También es verdad que alguno llegaba a estar tan pendiente de los ritmos musicales que en vez de pelar y cortar pasaba el rato tocando su peculiar batería. Seguramente algo ha aprendido.
Todos hemos aprendido a convivir y valoro mucho que crezco, aunque sea poco, en la capacidad de convivir con otras generaciones, con otras culturas, con jóvenes que te hablan de otros estilos musicales.
Los jóvenes de hoy como de todas las épocas funcionan mucho como grupo. El ser humano tiene su punto de gregario. Así está estudiado. Una serie juvenil lo presenta bien. En el capítulo 3 de Merlí Sapere aude la profesora Bolaño ridiculiza a Paul. Les dice a todos los alumnos que cuando entre tarde Paul ella va a preguntar paz varios alumnos por el color de la carpeta que tiene en las manos. Es verde, pero todos dirán que es roja. Paul ve con sorpresa la respuesta de sus compañeros pero cuando la profesora pregunta directamente a Paul este contestará lo mismo que sus compañeros aunque cree que no es la respuesta correcta. Puede verse en YouTube buscando “Carpeta Verde o Roja – Presión Ambiental”. El fenómeno de la «manada» es muy probable que no se diera si no van juntos y desaforados..Este gregarismo existe.
También existe lo contrario: hacer cosas juntos, pensadas, dialogadas y revisadas les ayuda a ellos y a nosotros porque nos aporta frescura y creatividad. Durante el campamento se experimenta reiteradamente el diálogo, la reflexión, al asamblea, los temas de la vida, de forma que no mande el gregario, aunque no desaparezca. Pero del gregarismo de los adultos podría estar escribiendo horas y horas.
El sistema ha logrado hacer pensar (a jóvenes y no jóvenes) que la vida buena es una sucesión de comodidades. Estas realmente terminan encadenando pero eso no se ve a primera vista. En realidad el sistema va a usar ese deseo precisamente para que tengan (o tengamos) que padecer infinidad de incomodidades contra las que no podrán-podremos luchar, precisamente por cómodos. Un drama. Te ofrece golosinas de algo con lo que luego te machaca. O sea, un anzuelo.
Me parece interesante destacar que en estos días no solo compartimos tiempo y espacio personas de diferente visión de la vida sino de diferentes edades. Junto a un pequeño grupo de adultos-adultos había un grupo un poquito mayor de adultos todavía jóvenes (de 18 a 25 ó 30 años) que hacían la tarea de monitores Estos han tenido la magnífica idea de pasarse unos días al servicio de los otros, no solo no cobrando por el campamento, sino pagando Eso hace posible que el campamento cueste más o menos la mitad que otros campamentos. Pueden parecer tontos y sin embargo yo creo que son listos porque esta experiencia, como toda experiencia, jamás nos la podrá robar nadie. Supieron que son capaces de dar y esa enseñanza es muy importante para vida de familia y profesión.
Por otra parte el arte es el arte. No es que no me gusten las catedrales y esas cosas, y hasta hace poco disfruté en un yacimiento arqueológico, pero es arte agradecer que dos personas hagan un largo viaje y ocho horas recogiendo fruta. Es arte aprovecharlas y arte es ofrecerlas a los demás. Una obra de arte es no tirar los cartones de la leche como el que juega a tirar algo al cesto sino doblarlos bien para que ocupen menos porque es más ecológico, más solidario, más austero. La obra de arte, concluyó Milani, quien había sido pintor, es una mano tendida al enemigo para que cambie. Esa original definición que suscita tanta extrañeza que se la deja pasar de largo, tuvo por admirador a Pasolini. Un campamento puede ser una obra de arte, y por tanto también puede ser un fraude o un negocio como arte corrupto.
Así las cosas resulta que las vacaciones son compatibles con odiar el turisteo aburrido y explotador de personas y naturaleza. Lo mismo hay que cambiarle el nombre y en vez de vacaciones llamarle vOcaciones porque dedicamos ese precioso tiempo no laboral a cultivar nuestras vOcaciones con los demás.