Javier Marijuán
El blindaje del aborto en la constitución francesa ha sido anunciado como un mensaje al mundo, y somos muchos los que nos preguntamos si es un mensaje de progreso o de retroceso.
Europa no está haciendo valer la fortaleza que le proporcionan sus raíces culturales, religiosas y su tradición jurídica humanista y está siendo arrollada por el tsunami del pensamiento y las prácticas del neocapitalismo norteamericano antinatalista. Las grandes escuelas de negocios ya no solo fabrican guerras y dan soporte de pensamiento económico para sus conglomerados multinacionales. Ahora también nos adoctrinan y nos extienden su filosofía del capitalismo avanzado en su modalidad de lo políticamente correcto. Esta corriente se revela enormemente dañina para la convivencia y ya se ha demostrado imprescindible para que funcione su modelo anglosajón de raíz protestante.
En España los catedráticos de ética las universidades americanas son recibidos con alfombra roja. Peter Singer, impulsor de los animal studies desde la Universidad de Princeton, recibió en 2023 el premio de ¡¡Humanidades!! del BBVA. Y es que la banca aplaude eliminar a los seres humanos no rentables pues no solo ayuda a equilibrar los balances de las cuentas públicas sino que, a su juicio, supone un avance social humanitario.
También la Generalitat de Cataluña premió a Judith Butler, de la Universidad de Berkeley, con el Premio Internacional de Cataluña 2022 por sus aportaciones a los gender studies. En respuesta a ello, la filósofa feminista Amalia Valcarcel publicó un demoledor artículo sobre la ausencia de solidez científica de las teorías de la homenajeada. A buen seguro, los catalanes que lo hayan leído se habrán avergonzado de su ejecutivo autonómico.
Apostamos por la Europa que alumbró el Movimiento Obrero a favor de la vida; escritores como Delibes, que no veía progresismo en el aborto porque se privaba de voz al débil; o cineastas como Pasolini, que afirmó quedar traumatizado por la aprobación de la ley del aborto en Italia… y muchos más.
Las imágenes de las series distópicas de Netflix ya se han hecho realidad. Las macrocárceles con pobres semidesnudos amontonados ya son reales. Los inmigrantes perseguidos a lazo por sheriffs montados a caballo en la frontera de Méjico ya son reales…
Y lo que se está plasmando en nuestras constituciones ya es real.
Y ahora a combatir este desorden con la alegría que da llevar la contraria a los que mandan.