Francisco Rey Alamillo
Marc Riboud realizó varios viajes a Vietnam en los años 1960, comprobando personalmente la guerra sobre la que había oído hablar y debatir en la prensa. «Era difícil no sentir simpatía por aquellos vietnamitas que resistieron tan valientemente al implacable bombardeo», dijo, «y la simpatía ayuda a entender un país, para una persona, mucho mejor que la indiferencia o la ‘objetividad’ (que es una noción espuria en cualquier caso)”.
Su trabajo cubriendo las protestas (4) en el Pentágono fue una continuación de esta línea de interés. Un puñado de fotogramas adicionales, tomadas el mismo día, muestran lo que los manifestantes debieron haber visto cuando se enfrentaron a una hilera de bayonetas, y dan una idea de la magnitud del evento.
En esta fotografía del 21 de octubre de 1967, Marc Riboud muestra a los Guardias Nacionales americanos defendiendo el edificio del Pentágono en la Marcha por la paz contra Vietnam alrededor del Pentágono, en Arlington, Virginia, Estados Unidos.
El 21 de octubre de 1967 se produce en el Pentágono (Washington) una multitudinaria movilización en la que se demandaba poner fin a la Guerra de Vietnam.
Es entonces cuando una joven de solo 17 años que estudiaba en un instituto de Maryland se convirtió en un auténtico icono del pacifismo al atreverse a ofrecer margaritas a soldados armados con fusiles con bayoneta. Por suerte, Marc Riboud estaba allí para inmortalizarlo.
«No era una provocación, sólo quería hablarles de amor. Ellos no eran máquinas de la guerra, sino hombres que solo obedecían órdenes de superiores». Así explica Jan Rose Kasmir, protagonista de la fotografía, el objetivo de tan arriesgada decisión.
La joven estadounidense, Jan Rose Kasmir, se enfrenta a la Guardia Nacional estadounidense frente al Pentágono durante la marcha contra Vietnam de 1967 de esta manera pacífica. Esta marcha contribuyó a poner a la opinión pública en contra de la guerra.
Riboud recordó el acontecimiento del día por un ensayo sobre su carrera, publicado en 1989:
“Un día de octubre de 1967 me encontré en Washington, arrastrado por la estela de una causa entonces sencilla y directa. Una multitud enorme y extasiada marchaba por la paz en Vietnam mientras la luz del sol de un verano indio inundaba las calles de la ciudad. Cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes, tanto blancos como negros, se acercaban desafiantemente al Pentágono, la ciudadela del ejército más poderoso del mundo, y por un día la juventud estadounidense presentó a Estados Unidos un rostro hermoso. Estaba tomando fotografías como un loco y me quedé sin película al caer la noche. La última foto fue la mejor. Enmarcado en mi visor estaba el símbolo de esa juventud estadounidense: una flor sostenida ante una hilera de bayonetas. El poderío de Estados Unidos ese día le presentó una cara triste”.
El gran número de bajas sufridas en la guerra de Vietnam y la impactante cobertura de noticias e imagenes que vieron los estadounidenses hicieron que la opinión pública se volviese contra la guerra y marcaron el comienzo de la lenta retirada de las fuerzas estadounidenses de la región. Para el pueblo estadounidense, que había creído continuamente en los informes ultraoptimistas sobre el progreso de la guerra, fueron las noticias de Saigón las que destruyeron su fe en la honestidad de sus líderes.
Mostramos algunas imágenes de la agencia Magnum. Philip Jones Griffiths a través de conmovedoras imágenes de la guerra, que representan escenas tan devastadoras como familiares con seres queridos muertos y heridos, niños víctimas, familias que huyen y retratos de militares estadounidenses con expresiones angustiadas en sus rostros sorprendentemente jóvenes, construyó la verdad sobre la guerra. Y su escritura reflexiva y mordaz destapó la desconexión que identificó entre lo comunicado por el gobierno de Estados Unidos y la estrategia que vio desarrollarse ante sus ojos.
Las imágenes de la guerra de Vietnam tuvieron un impacto significativo en la percepción pública y en la presión para poner fin al conflicto. La Guerra de Vietnam fue la primera en la era moderna con acceso sin restricciones para los reporteros y fotógrafos, lo que contribuyó a su impacto global.
Muchas de estas imágenes han contribuido a cambiar la conciencia del mundo. El pasado siglo XX fue la expresión de la mayor mortandad violenta y del mayor número de guerras de nuestra historia, en definitiva, de la exaltación de lo más antihumano de nuestra especie: El hambre, las guerras, los totalitarismos, la explotación del hombre por el hombre, la violación de la dignidad y de la propia vida humana han traído millones de muertes inocentes, sin precedentes en la historia. El siglo XXI no parece mucho más halagüeño.
Tras el desembarco del ejército estadounidense en Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial (1945), el insigne reportero gráfico norteamericano de la agencia Magnum Eugene Smith, se trasladó a Okinawa para realizar el reportaje un “día en la vida” del soldado de infantería Terry Moore. Mientras acompañaba a este soldado en una batalla, resultó herido de gravedad por una explosión de mortero y pasó el resto de la guerra recuperándose en el hospital naval en Guam. Durante dos años, soportó operaciones y una dura convalecencia que le hicieron adicto al alcohol y la Benzedrina. Cuando por fin pudo sostener de nuevo una cámara, estaba “resuelto a que su primera fotografía fuese un contraste con las imágenes de guerra y a que expresase un canto a la vida”. Esa primera fotografía es «The Walk to Paradise Garden» (1946), “El camino hacia el Jardín del Paraíso”, en la que se ven las siluetas de sus dos hijos, Patrick y Juanita, en medio del bosque. Un soldado japonés al contemplar esta fotografía, que es una de las más fascinantes de todos los tiempos dijo: “La tuve en las manos y la observé hasta que los ojos se me llenaron de lágrimas… estoy desolado por lo que he hecho”.
El propio W. Eugene Smith (1918 – 1978) hacia este sugerente comentario, que 45 años después tiene plena actualidad:
“La fotografía es solamente una débil voz, pero a veces, tan solo a veces, una o varias fotos pueden llevar nuestros sentidos hasta la conciencia; las fotografías provocan en ocasiones emociones tan intensas que llegan a actuar como catalizadores del pensamiento. Alguno de nosotros, o tal vez muchos, pueden verse empujados a atender a la razón, a encontrar una manera de enderezar lo que está torcido e incluso a conseguir la intuición necesaria para hallar la curación de una enfermedad. Los demás pueden tal vez advertir una sensación de comprensión o compasión hacia aquéllos cuya vida es extraña a la nuestra. La fotografía es una débil voz. Una voz importante en mi vida, aunque no la única, y una voz en la que tengo fe”.
John G. Morris fue el editor fotográfico más importante del siglo XX. Trabajó como fotógrafo al lado de su gran amigo Robert Capa en una ocasión después del famoso desembarco de Normandía. Uno de sus trabajos mas importantes fue en 1953 como Director Ejecutivo de la Agencia Magnum. Allí estuvo doce años trabajando codo con codo con Henri Cartier Bresson para levantar económicamente la mítica agencia de fotógrafos en la que ellos mismos eran los dueños de los negativos. De allí partió al ‘The Washington Post’ y después al ‘The New York Times’, dos de los más famosos periódicos de los Estados Unidos y desde 1983 fue editor gráfico de ‘The National Geographic’.
John Morris, el que fuera director ejecutivo de Magnum y de una las personas mas importantes en el mundo de la fotografía, hace esta importante reflexión: «Uno de los motivos por los que la Gran Guerra se prolongó tantos años es que viéramos tan pocas fotografías del conflicto. Un fotógrafo llamado Jimmy Hare trató de tomar fotos en el frente. El espionaje francés confiscó su cámara y su película. La Fuerza Expedicionaria Estadounidense, que se sumó a la lucha armada en 1917, se paresuró en suscribir la censura aliada sobre la fotografía de prensa… Si el público hubiera visto la carnicería que se vivía en las trincheras, ¿cuánto menos habría durado la guerra en el frente occidental?»
El reconocido editor estadounidense John Morris encargó y publicó algunas de las fotografías más icónicas del siglo XX y no dudó en no censurar imágenes de la querra que sin duda contribuyeron a parar la guerra. Trabajó para publicaciones como Life, Magnum, The Washington Post, The New York Times y National Geographic.
Editó y revisó las históricas imágenes que tomó Robert Capa el Día D (cuando los aliados desembarcaron en Normandía en 1944), que eran parte de las fotografías del frente de batalla en la Segunda Guerra Mundial que había encargado para la revista Life en Londres. En el diario neoyorquino, logró publicar en primera página una foto mostrando a un jefe de policía de Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Mingh) disparando en la cabeza a un insurgente del Vietcong, que terminó siendo una de las más emblemáticas de la guerra.
John Morris también logró colocar una de la fotos mas incónicas contra la guerra que contribuyó sin duda a poner fin. La foto de una niña vietnamita Kim Phuc que salía de una incursión de napalm. (La foto fue acreditada a Nick Ut, que no siendo de la agencia magnum merece la pena recordarla) Morris persuadió a los editores para publicar esa foto en la parte inferior de la portada a pesar de la política de Times contra la desnudez. Tanto esa fotografía como la de Adams ganaron los Premios Pulitzer. La niña que aparece en llamas, Kim Phuc, fue salvada por el mismo fotógrafo que sacó la foto.Tuvo que pasar por 17 trasplantes de piel. Actualmente, Kim Phuc es embajadora de la UNESCO y ha creado la fundación «Kim Phuc» dedicada a la ayuda a niños víctimas de la guerra y la violencia.
Aparecieron cintas de audio en las que Richard Nixon en una conversación con su jefe de gabinete, H. R. Haldeman, en las que el entonces presidente dudó de la veracidad de la imagen, sugiriendo que podía haber sido “retocada”.
La influencia de la foto tomada por Nick y editada por John Morris fue tal, que algunos historiadores han considerado que la imagen ayudó a frenar la guerra en Vietnam.
En 1996 Kim Phuc fue invitada a una ceremonia del Día de los Veteranos en Estados Unidos, y allí manifestó su perdón a los soldados de la guerra. En 1997, creó la Fundación Kim Phuc dedicada a ayudar a niños víctimas de las guerras, y trata de difundir un mensaje basado en la reconciliación y el perdón. Fue además nombrada embajadora de la Buena Voluntad de la UNESCO. Actualmente reside en Ontario. Tiene dos hijos, Thomas y Steven, y 5 nietos.
Otra de las fotografía que ayudaron a toman conciencia de la barbarie de la guerra es la del fotógrafo estadounidense James Nachtwey, de la agencia Magnum Photos, que obtuvo el galardón Premio World Press Photo en 1994, con su imagen ‘Hutu mutilado’, que refleja la crueldad de la guerra civil en Ruanda a principios de los noventa en la que murieron cientos de miles de personas.