Fuente: ABC
Autor: Javier Martínez-Brocal
Se llaman Nick Út y Kim Phuc, pero como es cierto aquello de que «una imagen vale más que mil palabras», muy pocos los conocen por sus nombres. Kim es «la niña del napalm» y Nick, el autor de la instantánea que llevó a portadas de todo el mundo el horror de la guerra y aceleró el fin del conflicto en Vietnam.
Como la foto ha cumplido 50 años el 8 de junio, sus protagonistas han viajado a Roma para entregar una copia al Papa Francisco y reconstruir juntos su increíble historia.
«Eran más o menos las 8 de la mañana», recuerda Nick Út, foto periodista de la Associated Press que entonces tenía 21 años. Estaba en la zona de la Route 1, una carretera en los alrededores de Saigón.
El destino hizo que estuviera presente durante un ataque contra una pagoda, primero con explosivos y luego con al menos dos bombas al napalm. Dice que pensó que era imposible que hubiera supervivientes, pero del humo empezaron a emerger niños y soldados. Los que aparecen en la fotografía con la que ganó el Pulitzer.
«Yo acababa de cumplir 9 años», rememora emocionada Kim Phuc. «Con otros niños estábamos jugando cerca del refugio antibombas y nos estábamos escondiendo en una pagoda. Me acuerdo que acabábamos de comer algo, cuando un soldado empezó a gritar y a decirnos que saliéramos corriendo de allí. Yo empecé a correr… Recuerdo la lluvia delante del templo, un avión que pasó muy rápido, mucho ruido, y yo que me detuve. Giré la cabeza, vi el avión, vi cuatro bombas, y escuché voces…».
Acababa de asistir a un ataque del Ejército norteamericano con armas químicas, en concreto, ácido napalm. «Recuerdo fuego a mi alrededor, y mi ropa quemada. Me estaba quemando el brazo izquierdo, y me lo golpeé con el derecho», explica mientras se alza la manga de su elegante vestido vietnamita de color rosa y muestra esas cicatrices.
«Estaba muy asustada, aterrorizada,… Estoy muy agradecida porque no se quemaron mis pies y pude escapar corriendo del fuego», describe. «En ese momento, todas las historias de la gente que estaba allí, se convirtieron en mi historia. Pude ver a mis hermanos, y a mis primos y a algunos soldados, y seguimos corriendo, y corriendo, y corriendo. Me sentí muy cansada, me quedé sin fuerzas, y me detuve. Uno de esos soldados me dio agua para beber, y me puse a gritar, ‘Demasiado calor, demasiado calor’. Entonces, para ayudarme, me echaron agua encima y perdí el conocimiento… Y de lo que pasó luego, no recuerdo nada».
El foto periodista inmortalizó ese instante, pero también le salvó la vida. «Ella estaba inconsciente y yo entendí que si la dejaba allí, probablemente no sobreviviría», explicó en Roma. «La tomé en brazos, la subí en mi furgoneta con otros niños y salí corriendo hacia Saigón», narra. Para abrirse paso, necesitó mostrar varias veces su acreditación de prensa e incluso amenazar a los soldados. Pero consiguió llegar al hospital.
E igual que las cicatrices y los recuerdos de aquel instante no les han abandonado, sus vidas quedaron ligadas. Un año más tarde, Nick fue a visitarla a su casa, pero ella estaba muy enferma y no lo recuerda. «Lo conocí 17 años más tarde en Cuba. Sabía su nombre, pero no había visto su rostro. Y cuando salió del coche, le dije ‘¡Qué bajito eres!’», recuerda Kim. «’¡Y tú qué alta eres ahora!’, le respondí entonces yo», explica el fotógrafo.
El 11 de Maup, en Roma, ella no se lo esperaba pero el Papa Francisco la reconoció a primera vista, pues intervinieron juntos en un encuentro ecuménico en Buenos Aires en 2009. «Claro que te recuerdo», la saludó sonriente el Pontífice.
«A causa de lo que he pasado y lo que he aprendido, estoy convencida de que la esperanza, el amor, el perdón y la paz serán siempre más fuertes que cualquier arma», dice con fuerza la niña del napalm. Ella es la prueba viviente. «Hace 50 años, con esa foto, el mundo entero me conoció como víctima de guerra. Ahora, 50 años después, ya no soy una víctima de guerra. Soy una madre, una abuela y una superviviente que pide la paz», se despide.