Rodrigo Lastra
América, en el momento de la llegada de los españoles, tenía una población cercana a la europea. Se estima en unos 75 millones de habitantes, de los cuales dos tercios estaban en Mesoamérica y Sudamérica[1]. Se estima existían más de un centenar de familias lingüísticas (que englobaban cerca de 2.000 lenguas diferentes), en un continente con una inmensa variedad de pueblos en función de la adaptación a los muy diversos ambientes climáticos y geográficos. Desde los inuit de las regiones árticas, a los mapuches de la tierra de fuego. Desde pueblos de cultura cazadora recolectora, hasta civilizaciones e imperios basados en una compleja revolución urbana. Grandes ciudades, como Teotihuacan, que en torno al siglo I fue probablemente la ciudad más grande de la antigüedad. Y en el siglo XV, Tenochtitlán, capital de los méxicas, probablemente, la ciudad más poblada del mundo. Y grandes imperios, tan complejos o más que los conocidos al otro lado del Atlántico. Imperios con grandes avances en el campo de las artes y las ciencias, y a su vez imperios expansionistas que oprimieron y sometieron a la esclavitud a otros pueblos de su entorno.
En el Norte y en determinadas zonas muy selváticas, muchas tribus mantuvieron el estilo de vida cazador-recolector en comunas errantes e igualitarias. Paradigma de esta tradición comunitaria fue la Confederación Iroquesa, que se dio en la región de los Grandes Lagos, en lo que hoy es el sur de Canadá, Pennsylvania y norte del estado de Nueva York. Formaba un sistema de gobierno basado en consejos de representantes de las agrupaciones de varías tribus (cada una de ellas a su vez con numerosos clanes). Es considerado por algunos autores como la más antigua democracia participativa de América[2]. Benjamín Franklin, quien tuvo trato directo con ellos en 1753, destacó el grado de autonomía individual y la igualdad entre hombres y mujeres que gozaban sus integrantes y que era desconocida en Europa[3]. Los clanes o gens los elegían de entre una lista de candidatos propuestos por las mujeres. Cuando uno moría, se celebraban complejos rituales de duelo para luego nombrar al sucesor. Las decisiones se tomaban en caucus (pequeñas juntas) hasta lograr el consenso. Hoy en día, en EEUU, siguen usando los caucus para elegir a los representantes de los estados para los procesos de primarias en los partidos políticos. Alexis de Tocqueville en su famosa obra La Democracia en América nos dice refiriéndose a la Confederación iroquesa que no se había visto nunca entre las naciones un desarrollo tan prodigioso, ni una destrucción tan rápida[4]. El propio Engels escribirá en su clásica obra sobre El origen de la familia, la propiedad privada y el estado que esta confederación se trataba de una democracia donde Todos los miembros son individuos libres, obligados cada uno a proteger la libertad de los otros; son iguales en derechos personales; ni los sachem (directores) ni los jefes pretenden tener ninguna especie de preeminencia; forman una colectividad fraternal, unida por vínculos de sangre. Libertad, igualdad y fraternidad, aun cuando nunca se han proclamado como fórmula, son los principios fundamentales de la gens; y a su vez, está última es la unidad de todo un sistema social, la base de la sociedad india organizada.[5]
El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow han estudiado ampliamente los pueblos norteamericanos primitivos y sus primeras relaciones con los europeos, describiendo, por ejemplo, como los misioneros franceses que quedaron sorprendidos por la capacidad de oratoria, dialéctica y de organización de los hurones (también conocido como wyandot, pueblo original del actual Canadá) en muchos casos, superior a la europea. En diversos textos conservados destacan sus formas eficaces de organización, sus altas cotas de libertad y las maneras de resolver conflictos sin apenas recurrir al castigo: no creo que haya ningún pueblo sobre la tierra más libre que ellos (hurones), y menos dispuesto a permitir ser subyugados por ninguna potencia: tan libres que los padres no tiene control sobre los hijos, ni los capitanes sobre los súbditos, ni las leyes de país sobre ninguno de ellos, excepto en tanto los complazca obedecerlas. Ningún castigo se infringe al culpable, ni criminal que no esté seguro de que su vida y propiedad no corren peligro[6]. Los hurones también formaban una confederación similar a la iroquesa con sus propios caucus de democracia directa. De nuevo se evidencia el falso mito de la superioridad occidental.
[1] Zinn, H. (2005). La otra Historia de los Estados Unidos. 27. Arguitaletxe Hiru.
[2] Mann, C. (2006). 1491: Una nueva historia de las Américas antes de Colón. 431-437. Taurus.
[3] Masana, S. La Liga de las Seis Naciones Iroquesas y el debate sobre su aporte al sistema político estadounidense, Iberoamérica y el Mundo. Departamento de Relaciones Internacionales de Argentina, http://www.argentina-rree.com/documentos/iroqueses.pdf,
[4] 157 Tocqueville, A. (2017). La Democracia en América. Alianza. (Obra original publicada en 1840).
[5] Engels, F. (1988). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Endymion. (Obra original publicada 1884).
[6] Graeber, D. y Wengrow, D. (2023). El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad. 59. Ariel. El texto citado es de un documento conocido como de Jesuit Relations (1610-1791) en el que se recogen testimonios de misioneros franceses en América.