Pasaportes

Fuente: naiz.eus

Autoras: Isabel Canales Arrasate y Virginia Canales Arrasate, médicas

Hay un halo de silencio, una falta de debate, y no solo científico, en relación con diversos aspectos de esta pandemia a los que como sociedad no estamos dando respuesta de una manera respetuosa, rigurosa y serena. Y aunque no es fácil y el cansancio crece, nos parece imprescindible hacerlo.

Las medidas tomadas en esta pandemia requieren un intercambio de puntos de vista no solo científico, también ético, político… y por supuesto filosófico. Nosotras hoy, queremos compartir nuestra reflexión respecto a un aspecto actual: El llamado pasaporte covid19.

El pasaporte de vacunación covid19 no tiene base científica que lo sustente. Los más de 300 profesionales sanitarios y de otros ámbitos que conforman el Seminario de Innovación en Atención Primaria, extraordinario con motivo de la covid19, (SIAP Covid19) elaboraban en agosto 2021 un documento que dejaba claro su posicionamiento en contra de dicho pasaporte donde se afirmaba, entre otros aspectos: «Estas vacunas lamentablemente, no evitan suficientemente la transmisión del virus… Es decir, las personas vacunadas son capaces de transmitir, de contagiar el virus, en muchos casos en la misma medida que las no vacunadas, motivo por el cual los CDC de EEUU han cambiado recientemente su política, instando a los vacunados a tomar exactamente las mismas medidas de seguridad que los no vacunados». (https://labur.eus/HpO5s)

No es nuestra intención dividir a la población entre vacunados y no vacunados, suficientes divisiones hay ya, pero dado el tratamiento de algunas noticias, incluso el pronunciamiento por parte de algunas autoridades en este sentido, nos parece necesario puntualizar algunos aspectos. Hay estudios que hablan de una menor duración del virus en las mucosas de los vacunados versus no-vacunados y también hay quienes apuntan a un posible mayor riesgo de transmisión por parte de los vacunados al presentar muchas veces síntomas imperceptibles tras el contagio. (https://labur.eus/gZej9)

De cualquier manera, no tiene ninguna base científica segregar a vacunados versus no vacunados como medida para disminuir la transmisión. Se deja entrever con esa medida algo que no es cierto: que los vacunados no transmiten la enfermedad. Los vacunados también suponen un riesgo real de cara a la transmisión del virus. Un artículo publicado en la prestigiosa revista “The Lancet” advertía este 19 de noviembre sobre el riesgo de ignorar el posible papel relevante de la población vacunada en la transmisión del virus, es más, calificaba el hecho de ignorar ese riesgo como negligente. (https://labur.eus/0ZpCr).

La única diferencia clara, hasta ahora al menos, en términos de disminución de riesgo de infección y transmisión sería entre las personas que han pasado la enfermedad y las que no la han pasado, estén o no vacunadas. No quiere decir esto que necesariamente sea mejor pasar la enfermedad que vacunarse, especialmente en los más vulnerables, pero es un hecho que la inmunidad natural, tras haber pasado la infección, parece ser más duradera y más robusta que la adquirida tras la administración de la vacuna (vacuna que parece protege durante unos meses de desarrollar una evolución grave), con las implicaciones también para la transmisión que todo ello conlleva. (https://labur.eus/X5uDd, https://labur.eus/MEz0M, https://labur.eus/XqJbL).

Pero ni siquiera esa diferencia, sin embargo, justificaría un pasaporte como el covid19. Porque éticamente no se sostiene, al menos en nuestra opinión. Una cosa es diferenciación y otra muy diferente segregación. Sin base científica, porque la ciencia no lo avala; incluso con ella, la segregación y la discriminación de las personas en una sociedad puede abrir grietas peligrosas que todos pensábamos que estaban cerradas. (https://labur.eus/n53g9)

¿Qué derechos fundamentales estamos vulnerando con estos pasaportes? ¿Estamos con nuestro silencio avalando las decisiones tomadas? ¿Qué consecuencias puede traer todo esto?

No vamos a defender ninguna segregación y menos ningún señalamiento. Es nuestra intención seguir cuidando sin juzgar a nuestros pacientes, familia, amigos y colegas. Son urgentes sociedades donde el debate de calidad y respetuoso sea la norma, donde la discriminación de las personas no sea el suelo sobre el que se construye, incluso si así lo aconsejara la ciencia, que no es el caso. Queremos formar parte de sociedades donde la incertidumbre no sea vista como una debilidad, sino como un elemento que forma parte de nuestra vida como ha sido siempre, donde las voces de todas, los diferentes puntos de vista, arrojan una luz que es insustituible a la hora de tomar las decisiones que afectan nuestras vidas. No deberíamos sustituir la participación por tecnocracia ni por expertocracia y menos limitarla con coerción. Es algo que creíamos estaba superado pero no parece que sea así. Aunque somos médicas y tenemos quizás, pero no necesariamente, más conocimiento sobre algunos aspectos de esta pandemia, carecemos de otros puntos de vista igualmente cruciales. Es por eso que escribimos este texto principalmente como ciudadanas. No hace falta tener un título para saber que segregar, jerarquizar, criminalizar personas y comportamientos fue el germen de momentos históricos más que negros, donde, sin embargo, nadie pensaba que «aquello iba a acabar así». No queremos volver atrás. No queremos causar más dolor. Estamos seguras que podemos aprender, mejorar y rectificar, si fuera necesario, el rumbo que están tomando los últimos acontecimientos (https://labur.eus/7NxLS).

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