Ana Cuevas, psicóloga especializada en duelo.
Nadie pone en duda que estar bien acompañados en el momento crucial de morir y durante la enfermedad, es un gran bien. Si nos dieran a elegir, nadie desearía morir solo. Y acompañar, o no, a nuestros seres queridos en ese trance, es uno de los episodios que queda marcado en nuestra biografía a sangre y fuego.
Si hemos acompañado es algo que nos puede dar algo de ese consuelo que tanto ansiamos, de esa paz que buscamos en medio del tremendo dolor que provoca la muerte de alguien muy querido.
Si no hemos estado puede que haya sido por no poder o por no querer, por no vernos con fuerza para asistir a un acontecimiento de ese calibre. En todo caso nos queda un profundo pesar por no haber estado ahí. Hasta qué punto es importante, tanto para el enfermo como para el doliente, que son frecuentes (no por ello dejan de sorprendernos) los casos en los que el enfermo espera para dar el paso a la otra vida, a que llegue ese familiar que le han dicho, o intuye, está de camino y quiere darle su último adiós.
Con la actual pandemia familias y amigos han tenido que enfrentarse a una situación dramática y nueva: sus seres queridos han fallecido solos POR IMPEDIMENTO LEGAL. Fue entendible el desconcierto inicial, porque nos estaba cayendo un tsunami encima. Pero al igual que desde el minuto cero no se puso en duda que había servicios esenciales que era imprescindible siguieran funcionando, a pesar de poner en riesgo la salud de las personas que tenían que llevarlos a cabo y de sus familias, los políticos tenían que haber considerado como actividad esencial poder visitar a enfermos terminales y poder acompañarles en el momento de morir.
Ha habido experiencias valientes que han mostrado que era posible, a pesar de que “no se podía”. En el hospital de Gran Canaria ¡desde finales del mes de marzo de 2020! a petición de una familia, idearon unas medidas suficientemente seguras sanitariamente que permitieron ese acompañamiento tan necesario. Respondieron con mucha improvisación en el momento inicial, pero con una gran profesionalidad y humanidad de base; después ya hicieron un protocolo.
En el siguiente audio, podemos escuchar una estupenda entrevista a FRANCISCO PUÑAL, sanitario de cuidados paliativos que protagonizó esta experiencia junto con sus compañeros.
Seguramente haya habido acciones convergentes en otros hospitales y nos gustaría conocerlas para sacarlas a la luz. Sabemos que está en marcha un movimiento que reivindica este derecho a poder acompañar en la enfermedad y en el momento de morir. Adelantémonos como profesionales, como familias, como sociedad, y despleguemos la fuerza de la solidaridad de manera que los que gestionan el bien común no vacilen y legislen adecuadamente sobre lo que es verdaderamente esencial.