A través de lo que tienes en el plato puedes entender la vida de un país

Fuente: Africaye.org

Entrevista a Blandine Sankara, presidenta de Yelemani, sobre los proyectos que desarrolla su asociación en el ámbito de la agroecología y la soberanía alimentaria, así como sobre la relación de sus propuestas con los valores difundidos por la Revolución del 4 de agosto (1983-87), liderada por su hermano Thomas.

Blandine Sankara nos recibe en su casa, a escasos metros del Estadio Municipal de Ouagadougou. Se trata de una vivienda pequeña, sencilla y cuidada. En esa misma casa vivió su hermano Thomas durante los años en que fue presidente de Burkina Faso, durante la llamada Revolución Democrática y Popular en la antigua colonia francesa del Alto Volta. Hasta que no aceptamos los refrigerios que nos ofrece no se sienta para comenzar la entrevista.

Blandine es la presidenta de la asociación Yelemani, cuyo nombre significa “cambio” en diula, la segunda lengua local con más hablantes en Burkina Faso. Su compromiso con la soberanía alimentaria le ha llevado a centrar su vida en generar una apuesta clara por los productos locales, la agroecología y el desarrollo sostenible para romper con la dependencia que produce el modelo hegemónico surgido de la realidad neocolonial africana.

¿Cómo nació la idea de crear la asociación Yelemani?

El origen de todo es mi experiencia personal en la venta de bebidas locales. En aquel momento hubo una visita del presidente Jacques Chirac y éste pidió ir a comer a algún restaurante burkinés. Aquello dio muchos problemas al protocolo porque no existen en Burkina Faso restaurantes de comida local a los que se pueda llevar a un presidente. Finalmente, se le llevó a comer a un restaurante de comida de Costa de Marfil. Esto nos impactó como burkineses, en nuestro orgullo.

Poco después, en 2008, la subida de los precios de productos de primera necesidad provocó huelgas y manifestaciones. Se las llamó “las revueltas del hambre”. Aquello nos llevó a preguntarnos: ¿No deberíamos orientarnos hacia el consumo de nuestros propios productos en lugar de depender de aquellos que vienen del exterior? Estas reflexiones me llevaron a abrir lo que aquí llamamos un “maquis”, un lugar para comer y beber. En mi caso se vendían solamente bebidas locales: tamarindo, mango y un largo etcétera. También infusiones de citronela, kinkeliba…

Finalmente, me surgió la oportunidad de ir a estudiar a Ginebra un master en desarrollo y me centré en la potenciación de los productos locales. Nos dieron teoría sobre la deconstrucción de los conceptos de modernización y crecimiento. Y cuando regresé a Burkina quise poner al servicio del país todas estas herramientas. Así nació Yelemani con un primer proyecto en Loumbila centrado en el ámbito de producción agroecológica con mujeres.

¿Cuáles son las principales líneas de trabajo de la asociación?

Yelemani tiene cuatro ejes. El primero es el de la producción agroecológica. Con las posibilidades existentes y velando por preservar el entorno y la salud del consumidor. El segundo es el de la educación para la soberanía alimentaria. Este eje busca incidir sobre todo entre los jóvenes y las mujeres. Las mujeres se encuentran en todos los niveles de la cadena alimentaria. Son las mujeres las que venden y compran en los mercados y las que transforman los alimentos. Son las que cocinan en casa y participan también de la producción. Para cambiar cualquier cosa en los hábitos alimentarios hay que pasar, por fuerza, por las mujeres.

El tercer eje es la transformación de alimentos, debido a que este es uno de los principales problemas de nuestro país. Cuando producimos legumbres o fruta, por ejemplo, hay en mucha abundancia durante tres meses. Pero pasados estos tres meses los precios suben mucho. Pocas son las familias que pueden cocinar con legumbres frescas y tienden a dirigirse a legumbres secas o productos importados como la pasta de tomate. Una pasta de tomate que viene de Italia.

El cuarto eje es el de la denuncia pública, con el que buscamos influenciar en las orientaciones políticas en los ámbitos de la agricultura, el comercio o el medio ambiente. Yelemani forma parte de una red de asociaciones que presionan en esta dirección. Un buen ejemplo es la manifestación que organizamos contra Monsanto con otras organizaciones.

¿Cuáles son las vías de comercialización de los productos producidos?

El despacho de la asociación está en Ouagadougou y tenemos dos puntos de producción: el primero (el de Loumbila), que ya tiene bastante recorrido, y el segundo está a punto de ponerse en marcha y se centrará en la producción de fruta. Vendemos en el mercado una vez a la semana y distribuimos a domicilio. Tenemos una lista de personas, cada una hace su comanda y repartimos las cestas una vez por semana. Y por último también hay gente que viene directamente al lugar de producción a comprar los productos.

Recibimos también muchos visitantes de instituciones u otras asociaciones que quieren conocer nuestra experiencia en producción agroecológica, por lo que vamos a poner un pequeño restaurante que servirá también de “laboratorio” para innovar en el uso de productos locales.

¿Qué motiva a las mujeres a participar en el proyecto de Yelemani?

Al principio yo no quería crear una asociación. En Burkina Faso hay tantas asociaciones… Es el país de la subregión con más asociaciones. Pero las instituciones me lo pusieron como condición. Una vez creada, fui al ayuntamiento de Loumbila y dije: “Quiero trabajar con mujeres vulnerables, pero no conozco a las mujeres de aquí.” Y así fue como me facilitaron una lista de 32 mujeres y empezamos por una primera fase de alfabetización de éstas. Al cabo de un mes tuvimos ya los primeros problemas. Aquí cuando se oye la palabra “proyecto”, se piensa que tiene dinero detrás. Cuando se oye “proyecto”, significa que el blanco ha venido para dar.

Una de las mujeres, que después supe que formaba parte del partido político al poder, se erigió como portavoz y puso una serie de condiciones sin las cuales no habría continuidad del proyecto. Negociamos y negociamos, pero finalmente no fue posible y decidí darme unos meses para reflexionar sobre el camino a seguir. Entonces vinieron 17 de estas mujeres y me dijeron: “Escucha, estamos preparadas para trabajar contigo. Entendemos tu manera de hacer y la diferencia con los demás proyectos que conocemos. Pero te has equivocado en el proceder. ¿Por qué has ido al ayuntamiento? La que daba las consignas es política y trabaja allí. Limpia los despachos y tiene un sueldo. Nosotras no tenemos nada.” Y así fue como empezamos a trabajar.

Al cabo de un tiempo, al volver de un viaje, algunas de ellas me informaron de que había un nuevo proyecto que daba material y otras cosas a las mujeres y que muchas se habían ido allí. Desde entonces, las 8 mujeres restantes se han convertido en un modelo para nosotros. Han aprendido el cultivo agroecológico, a hacer el compost y han conseguido producir en un terreno extremadamente árido con técnicas innovadoras.

¿Qué significa para ti la soberanía alimentaria?

La soberanía alimentaria es utilizar todas las posibilidades que existen localmente. No significa vivir en autarquía, pero si tenemos todas estas posibilidades aquí mismo… ¿Por qué no utilizarlo y seguir comprando todo aquello que viene del exterior? Es la dependencia lo que queremos evitar. Si seguimos comprando pesticidas que vienen de fuera, semillas que vienen de fuera, lo que estamos haciendo es crear dependencia. En Burkina tenemos muchos ejemplos de esto.

En los años 80, bajo la revolución, producíamos judía verde. En una ocasión, a causa de problemas políticos, el avión francés que tenía que venir a buscar el cargamento no lo hizo. Toneladas y toneladas de judía verde se quedaron en el aeropuerto. Ante esto, lo que hizo el gobierno de entonces fue pedir a todo el mundo que comprara judía verde. Los funcionarios y demás… Todo el mundo compraba una caja. Y así fue como aprendimos a comer judía verde, alimento que producíamos pero no consumíamos.

Una reflexión se inició en aquel momento, y se trabajó para reducir la dependencia alimentaria. Este es también el motivo por el que Yelemani no vende al exterior. Apuntamos al mercado local, al menos de momento. Hasta que no te has desarrollado en tu propio mercado no hay que fijar la atención al exterior. Somos un país enclavado, no tenemos acceso al mar. Y no tenemos aviones. Son aviones de otros países. Hay que evitar la dependencia si se puede encontrar una solución a nivel local. Esta es nuestra lucha. Y aquí convergemos con otras luchas. Estamos en contra de los OGM y de los planes de ajuste neoliberales.

Los principios de fondo de Yelemani recuerdan en cierta manera a algunos principios de la Revolución del 4 de agosto. ¿Hasta que punto consideras que hay una influencia directa?

Es cierto, es cierto. Muchos de los ejemplos que estoy dando tienen relación con lo que vivimos bajo la revolución. En aquel momento no era tan joven como podría parecer. Tenía 17 años. Cuando acabó la revolución y asesinaron a mi hermano… Ya entendía muchas cosas. Durante aquellos años había organización por todas partes: en los liceos, en las universidades, en los barrios… Constantemente veías que pasaban cosas. Escuchabas a la gente debatiendo sobre todos los ámbitos de la vida. Seguí todo lo que pasaba con atención y este tipo cosas se te quedan grabadas para siempre.

Algunas de las ideas de Yelemani vienen de aquella época, pero muchas otras vienen de mi formación y experiencia. Muchas de ellas coinciden. La revolución defendía el consumo de productos locales. “Consumamos burkinés.” Pero es una cuestión que volvería más tarde. En el 2011, por ejemplo, se hizo muy difícil acceder al pan. El pan no es un producto africano, pero se ha convertido en un producto de consumo básico, incluso en las zonas rurales. El pan, el pan, el pan… Pero el pan es herencia colonial de Francia.

Entra a la vivienda Valentin Sankara, hermano de Blandine y Thomas.

Blandine: En los años 80, la OMS afirmaba que había que consumir un cuarto de pollo por persona para cubrir las necesidades alimentarias básicas. Para lograrlo, la revolución pedía a todo el mundo que pudiera que hiciera un pequeño espacio de huerto y cría de aves de corral. Para tender a una alimentación sana y completa.

Valentin: Esto me recuerda a una de las frases que decía Thomas: “No está lejos, el imperialismo está en vuestros platos.”

Blandine: ¡Totalmente! Eso es la soberanía alimentaria.

Valentin: Importamos productos que podríamos producir aquí.

Blandine: Es por eso que con Yelemani hicimos un pequeño comic llamado “La vida de un país en un plato.” A través de lo que tienes en tu plato puedes entender la vida de un país. Y es cierto que esto manifiesta un claro compromiso político. Las palabras no deberían darnos miedo. Lo digo y lo repito siempre a aquellos que vienen a la asociación: “Si nuestro discurso te parece demasiado fuerte y comprometido, entonces no vengas a Yelemani. Crear soberanía alimentaria como la entendemos nosotros requiere un nivel de compromiso muy alto.

Durante muchos años se ha hablado de desarrollo, se ha puesto dinero en desarrollo, pero nada cambia. ¿No será que deberíamos revisar el modelo de desarrollo? Nosotros hemos escogido el ámbito de la alimentación y la agricultura, pero la soberanía está en todos los ámbitos de la vida. Nuestro objetivo es la plena soberanía. La independencia. Y si se habla de independencia por fuerza viene a la cabeza la revolución liderada por mi hermano. Está claro. Pero siempre insisto, sobre todo a los periodistas, que cuando hablamos me dicen: “Ah, esto recuerda a tu hermano.” Y yo digo: “No. Esto es mi proyecto, esto soy yo. Soy yo quien ha investigado y ha desarrollado el proyecto.” Pero al mismo tiempo está claro que hay un vínculo con la revolución.


Autor: Àlex M. Verdejo (Barcelona, 1991). Formado en antropología en la UAB y en audiovisuales en la ECIB.  Trabajando para unir mi interés por el análisis de las sociedades humanas con el ámbito audiovisual para generar materiales de divulgación para la transformación social. Implicado en la lucha sindical, el municipalismo y el internacionalismo. Especializándome en Burkina Faso y, en concreto, la Revolución de Agosto (1983-87) liderada por el presidente Thomas Sankara, ampliado recientemente a la relación de cooperación sur-sur con la Revolución Cubana. “Solo la lucha libera”, Thomas Sankara.

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