Javier Marijuán
Está de moda reclamar una mayor y mejor democracia, pero sorprende que no se denuncie la creciente burocratización de la sociedad y los nuevos aparatos de control social.
En la primavera del 68 estalló una rebelión social contra la sociedad pero no contra el Estado ni el Mercado; el desafío a la autoridad se centró en un combate interpersonal (contra padres, enseñantes, patronos, oficiales, clérigos…). Cuando los gobiernos se sintieron amenazados por la rebelión, pronto se dieron cuenta de que debilitar las autoridades personales reforzaría la suya propia, por lo que hicieron causa común con la agenda de la rebeldía. El oportunismo de debilitar las diferentes formas de autoridad personal que ejercían de control social, sirvió para multiplicar nuevas cadenas que frenan el protagonismo social.
Hemos visto como las mejores reivindicaciones se han tornado en amenaza. La emancipación de la mujer tiene como estandarte el aborto. Tras el logro de reducir el prestigio ocupacional del hombre y su protagonismo en la renta familiar se disminuyeron los salarios de forma tan drástica que dejaron de ser salarios familiares extendiendo la precariedad. La preocupación por la naturaleza ha dado lugar a nuevos yacimientos de negocio por parte de las grandes empresas energéticas. La lucha contra la pobreza ha traído un aparato asistencial capaz de camuflar las causas de la pobreza y esconder a los pobres. La cruzada contra la familia nos ha dejado unos índices de soledad no deseada y de desastre demográfico más que preocupantes…
Los nuevos cultos del hombre de hoy tienen como denominador común el individualismo y el escaso nivel de asociacionismo militante frente al gran aparato del Estado y del Mercado que crecen sin parar.
El Estado dispensador de “derechos” y migajas asistenciales, deja el campo libre a las fuerzas del Mercado, por lo que no es una opción viable desde la óptica del Bien Común. La multiplicación de ayudas de todo tipo, no es el camino para avanzar juntos a un horizonte de Justicia.
San Juan Pablo II nos recordaba con fuerza que la sociabilidad de la persona se realiza en su vida asociada, comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales, políticos y culturales. Lo que llamó «subjetividad de la sociedad», los movimientos de pobres lo llamaron “Asociación o Muerte”, lema que debería volver a encabezar los futuros Primeros de Mayo.