Ana Sánchez
Según las tipologías tradicionales, hay distintos tipos de bibliotecas: académicas, artísticas, gubernamentales, especiales, de investigación, públicas, nacionales, escolares,… Desde luego no se puede olvidar que esto fue algo que tuvieron también muy presente los componentes del movimiento obrero a lo largo de la historia: conscientes de que era imprescindible para su emancipación la lucha contra la ignorancia. Así se reflejó esta necesidad en su trabajo a través de centenares de publicaciones y la dotación de bibliotecas; tan pronto era creado un ateneo, casa del pueblo o sociedad obrera, era uno de los primeros servicios que se ponían en funcionamiento.
Y es que la biblioteca, especialmente las bibliotecas públicas, aquellas que están destinados a todos, en las que todos tienen cabida, a las que todos pueden acudir por el motivo que sea (no siempre será la lectura y quizá cada vez menos). Esto es lo que refleja la película “La biblioteca” de Emilio Estévez estrenada en 2018. La historia es sencilla y quizá lo refleja bien una frase que recuerdan en ella:
“En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la vendimia”.
Gente de todo tipo acude a la biblioteca con sus necesidades: aburrimiento, inquietud, estudios, curiosidad, conexión a internet,… o simplemente a un lugar donde poder utilizar los lavabos y pasar el día alejados del frío. Este es pretexto de esta película, en la que un grupo de sintecho de Cincinnati acuden regularmente y donde se van estableciendo las inevitables conexiones y relaciones entre ellos mismos y los trabajadores de la biblioteca (seguramente también con otros usuarios, aunque eso no quede plasmado en el metraje). Esta cercanía que se va fraguando a lo largo del tiempo desemboca en un hecho que puede considerarse insólito: deciden quedarse allí a pasar la noche, ante la ola de frío que amenaza la ciudad.
A lo largo de esta “ocupación” vamos conociendo a los distintos protagonistas, su vida y aspiraciones, sus miedos e incoherencias, sus mezquindades y heroicidades. Cada uno tiene una historia detrás que le ha ido haciendo ser como es: la periodista que aspira a la exclusiva de su vida; la bibliotecaria idealista que duda al enfrentarse a la vida real; el político en puertas de una campaña que puede verse afectada por este incidente; el director de la biblioteca comprometido desde su vocación con la lucha por los derechos humanos; el veterano dispuesto a luchar por la libertad y recordar a la sociedad que toda persona importa; el bibliotecario que sabe, por propia experiencia, ponerse en la piel de los demás,…
Aunque no esté basada en hechos reales, es una muestra más de que las revoluciones noviolentas ganan, que son las que nos demuestran que es verdad que hay una grieta en todo y así es como entra la luz.