Pablo Muñoz // Me gustaría compartir alguna reflexión sobre lo que he vivido como médico de familia durante este año y medio de pandemia. Para mi como para muchos esta crisis a todos los niveles ha sido una experiencia inédita que está poniendo a prueba la capacidad de superar la adversidad de toda la sociedad.
Los profesionales y los pacientes a quienes atendemos hemos vivido el miedo sobre todo los primeros meses. El miedo al contagio, a lo desconocido, a vernos superados, a ser responsables de transmitir el virus a personas vulnerables cercanas a nosotros, a tantas situaciones reales o imaginarias que no caben en estas pocas letras. Pronto descubrí que el bombardeo informativo sistemático de los medios de comunicación con datos, contagios, ingresos hospitalarios, muertos, ocupación de camas de UCI… unidos a un confinamiento indiscriminado potenciaba el miedo y el estrés. Ya en las primeras semanas los profesionales de Atención Primaria veíamos que las cifras de letalidad (numero de fallecidos sobre el total de enfermos) que se daban estaban engordadas porque no tenían en cuenta la mayor parte de los casos leves que pasaban la enfermedad en casa a los cuales no se les hacían pruebas. Este hecho y otros tantos deformaban la realidad dibujando un escenario apocalíptico que no favorece conductas prudentes y razonables sino conductas de pánico. Vecinos que denuncian a otros vecinos o riñen a los niños a los que alguien tildó de bombas víricas de forma infundada responden a este tipo de conductas tan propias de una sociedad polarizada.
La conveniencia de algunas medidas
Hoy los estudios que se van publicando cuestionan la conveniencia de algunas de las medidas que se impusieron sin mucho fundamento como el encierro universal en casa (no es lo mismo una habitación compartida que un chalet), el cierre de escuelas (no es lo mismo tener medios y padres disponibles que quedarse solos los niños en casa) o el parón de toda actividad económica no esencial. Es cierto que “a toro pasado” es fácil criticar decisiones que hubo que tomar en condiciones de incertidumbre pero no es menos evidente que cuando dos valores entran en conflicto como el de la protección de la salud pública y el de la libertad de movimientos (necesaria para mantener la salud individual) si no tenemos seguridad de qué es lo correcto se debe intentar lesionar lo menos posible ambos valores. A mi juicio en este caso no se trató de mantener el equilibrio en esta balanza.
Desde mi pequeña atalaya he podido palpar el aislamiento y el miedo de una mujer encerrada en la casa de sus padres encamados ambos dedicada a cuidarlos en una habitación diminuta en la que no cabía ni una silla. Veo a diario familias que aún no se han reunido por aquello de la prudencia invocada por nuestras autoridades y abuelos que no han podido besar a sus nietos o comer con sus hijos. El cuidado y el cariño de nuestros seres queridos es vital para mantenernos sanos.
Los problemas de ansiedad y depresión en estos meses desbordan nuestras consultas y requieren mucho más tiempo del que podemos dedicar a nuestros pacientes y nos generan a los profesionales un estrés agotador. El paternalismo en una situación como esta se ha disparado generando trabajo innecesario y conductas dependientes. Muchos pacientes me han llegado a pedir mi permiso antes de irse de vacaciones con sus familiares unos días, a otros les he firmado autorizaciones de todo tipo para viajar o salir a la calle para no perder la capacidad de caminar porque en sus viviendas no cabe el andador en que se apoyan…
La causa de esta pandemia
La causa profunda de esta pandemia hay que buscarla en el modelo de producción y consumo alocado que en nombre de un crecimiento económico insostenible depreda el planeta facilitando zoonosis (enfermedades infecciosas que afectan inicialmente a especies animales y saltan al ser humano ) como esta y las que la han precedido. No hay mejor sistema inmunitario que la biodiversidad de nuestro planeta. Si no cuidamos el medio ambiente no tardará en aparecer una nueva pandemia. Pero de esto se habla mucho menos que de la carrera por vacunarnos frente al coronavirus a todos los ciudadanos de la UE o EEUU sin preocuparnos por una justa distribución mundial de las dosis de esta y otras vacunas.
Hoy más que nunca “resulta esencial ayudar a las personas y comunidades a conservarse sanas y no difundir el miedo, preocupación o desesperanza que puedan afectar negativamente mediante el aumento del estrés a su sistema inmunitario”. Tras esta experiencia es necesario pararnos a pensar qué sociedad queremos construir, de dónde ha surgido esta epidemia y qué podemos hacer para cambiar el rumbo de nuestra sociedad. Es urgente protagonizar nuestra vida valorando más el cuidado de nuestros mayores, de nuestros hijos, de nuestras comunidades y barrios y no ceder ante la tentación del aislamiento del sálvese quien pueda.