Qué opinan hoy los científicos contratados hace décadas por las petroleras y que avisaron del cambio climático

Fuente: elDiario.es

En 1958, la industria petrolera ya estaba contratando científicos e ingenieros para investigar el papel de la quema de combustibles fósiles en el calentamiento global. Por aquel entonces, el objetivo era ayudar a los grandes conglomerados petroleros a entender cómo los cambios en la atmósfera terrestre podrían afectar a la industria y a sus resultados. Sin embargo, lo que los grandes ejecutivos obtuvieron fue un anticipo de la crisis climática décadas antes de que el asunto llegara a la esfera pública.

Los hallazgos de aquellos científicos –y lo que las compañías hicieron con esa información– son la clave de una veintena de demandas que pretenden responsabilizar a las petroleras por su rol en el cambio climático. Muchos de estos litigios se apoyan en los propios documentos internos del sector, que muestran cómo hace 40 años los investigadores predijeron el aumento de las temperaturas globales con una precisión sorprendente. Pero al recordar esa época, muchos de esos científicos dicen que no pretendían acabar con las grandes petroleras.

Algunos de esos investigadores declararon más tarde ante el Congreso de EEUU, utilizando su conocimiento experto para señalar cómo el sector petrolero había engañado a la opinión pública. Otros dicen tener pocos reparos respecto a la manera en que los gigantes del petróleo utilizaron sus investigaciones.

Sin embargo, pocos podrían haber predicho la influencia de su trabajo a la hora de responsabilizar al sector petrolero por la crisis climática. The Guardian se ha puesto en contacto con tres de ellos para averiguar cómo ven hoy en día su rol en aquellas investigaciones.

Martin Hoffert

83 años, físico y consultor para Exxon de 1981 a 1987

Cuando comencé a trabajar como consultor para Exxon, ya había comenzado a entender que el clima en la Tierra se vería afectado por el dióxido de carbono. Había pocas personas en el mundo trabajando activamente en este problema, ya que la información disponible no revelaba aún señales del calentamiento global. Entonces, fui invitado a participar en el equipo de investigación en Exxon. Una de las condiciones que puse para unirme fue que publicáramos nuestra investigación en revistas científicas revisadas por pares. Éramos un grupo de bichos raros tratando de desentrañar el funcionamiento de la atmósfera planetaria.

Hacíamos un muy buen trabajo en Exxon. Publicamos ocho artículos en revistas científicas, incluyendo una predicción sobre cuánto aumentaría en 40 años la temperatura global a causa de la acumulación gradual de dióxido de carbono. En 1980 estimamos el valor del calentamiento atmosférico causado por la quema de combustibles fósiles en 2020. Concluimos que rondaría el grado Celsius. Y, en efecto, es de alrededor de un grado Celsius.

Nunca pensé que esto se transformaría en un problema político. Pensaba: «Haremos los análisis, elaboraremos informes, los políticos del mundo verán esos informes y harán los cambios adecuados y transformarán nuestro sistema energético de algún modo». Soy científico investigador. En mi campo, si descubres algo y resulta ser válido, eres un héroe. No me di cuenta de lo difícil que sería convencer a la gente, incluso cuando veían evidencia objetiva que respaldaba lo que estaba ocurriendo.

En 1980, un hombre que trabajaba en Exxon fue uno de los inventores de las baterías de litio, que hoy usan los coches eléctricos. Este tipo ganó el premio Nobel de Química por su trabajo. ¡Imaginen si Exxon se hubiera tomado en serio nuestra predicción! Podrían haber construido fácilmente enormes fábricas de baterías de litio para facilitar la transición a los coches eléctricos. En su lugar, despidieron a este hombre, cerraron todas las investigaciones sobre energía y comenzaron a financiar a negacionistas del cambio climático.

A menudo me preguntan: «¿Cuánto tiempo nos queda para prevenir este problema?». No nos queda tiempo. Ya está sucediendo.

Ken Croasdale

82 años, investigador e ingeniero en Imperial Oil de 1968 a 1992

Cuando trabajaba para Imperial Oil a finales de los 80, yo dirigía un pequeño grupo responsable de la investigación y del desarrollo de lo que se estaba haciendo en relación con el Ártico. Mi especialidad era la construcción de estructuras de perforación mar adentro en la región ártica.

A comienzos de los 90 realicé una evaluación: si teníamos un aumento de temperaturas en el Ártico, ¿qué podríamos esperar respecto a las condiciones del hielo y cómo afectarían estos cambios a nuestras operaciones?

Me centraba sobre todo en las operaciones marítimas. Cuando estudiamos el diseño de estructuras, nos interesa ver cuán grueso es el hielo. Uno de los problemas era el siguiente: ¿cuán delgado sería el hielo en un mundo cada vez más caliente? ¿Cómo afectaría eso al diseño de nuestras plataformas?

La investigación climática no era en aquel entonces un asunto importante para la compañía. Había tanta incertidumbre que la gente se encogía de hombros. Decíamos «debéis prestarle atención a esto» y nos contestaban: «Quizá lo hagamos, quizá no». En aquel momento no parecía que fuera a ser un gran problema.

Mi opinión al respecto es que el cambio climático está sucediendo, pero que su causa principal es la población y el consumo. Cuando mi abuelo nació, la población mundial rondaba los 1.300 millones. Cuando nací yo, llegaba a los 2.200 millones y hoy es de 7.500 millones. La ONU estima que la población mundial llegará a los 10.000 millones para 2055. En mi opinión, esta es la causa fundamental de todo lo vinculado al empeoramiento del medio ambiente.

Personalmente, no siento incomodidad alguna por haber trabajado para compañías petroleras. Toda la gente con la que trabajé allí era tan honesta y ética como mis compañeros en otros sitios. No siento que estuviera ayudando al «imperio del mal». No me avergüenzo. Tan solo ayudaba a una empresa que produce un insumo que aún hoy se consume masivamente alrededor del mundo.

Steve Lonergan

71 años, consultor para Exxon de 1989 a 1990

Participé en una investigación sobre el impacto social y económico del cambio climático en el norte de Canadá de finales de los 80 hasta principios de los 90. Por aquel entonces, no había mucha gente haciendo este tipo de trabajo. Exxon Canadá me pidió si podía asesorarlos respecto a cómo el cambio climático podría afectar a sus operaciones en el norte.

Los modelos disponibles eran regionales en el mejor de los casos, por lo que solo daban proyecciones generales bajo diferentes niveles de dióxido de carbono (CO2). Trabajaba para un equipo técnico y no sé si tenían algún tipo de influencia sobre la gerencia de Exxon. Había algunos ingenieros preocupados por el calentamiento global. Si alzaron su voz al respecto es otro tema.

La mayoría de los científicos asumían que este tipo de cambios en las emisiones de dióxido de carbono afectarían a la temperatura y a las precipitaciones. No era el caso de la población, ni de las industrias, ni de los gobiernos en general. Pero la mayor parte de la comunidad científica estaba cerca de la unanimidad. Para nosotros no era algo nuevo.

En aquel entonces, los modelos eran muy generales, pero servían para ver que cuanto más al norte, mayor sería el calentamiento. La principal razón es que el hielo se derretirá. La pregunta era: «¿Qué supone esto para el permafrost y la rotura del hielo?».

Mi compañero y yo estábamos interesados en analizar no solo el promedio de las temperaturas y precipitaciones, sino también la variabilidad, los extremos. Comenzamos a pensar en cómo podríamos modelar los extremos en términos de temperatura y precipitaciones. Esto resulta importante para el norte porque allí hay comunidades cuya refrigeración durante el invierno consiste en una simple caja a la intemperie. Es decir, se puede meter en ella la carne de reno para que se congele de forma natural.

Pero si en enero hay temperaturas extremas superiores a bajo cero, esto supone un problema para el abastecimiento de comida. Hicimos algunos modelos y llegamos a la conclusión de que si los niveles de CO2 se duplicaban, existiría una probabilidad del 50% de que un día cualquiera de enero, en un lugar que por lo general rondaba los 32 grados bajo cero, se llegara a una temperatura superior al punto de congelación.

Seis o siete años más tarde, durante dos semanas hubo temperaturas superiores a cero todos los días y toda la carne de reno se descongeló. No esperaba que sucediera tan rápido. Eso fue lo más impactante.

Durante mucho tiempo, no fui miembro del Sierra Club, ni del Western Canadian Wilderness Society (Comité por la Vida Silvestre del Oeste de Canadá), ni de ninguna otra sociedad similar porque quería ser considerado un observador objetivo. Quería ser visto como alguien que defendía el medio ambiente a través de la investigación. El cambio climático es un asunto ambiental importantísimo, por lo que necesitamos investigación de alta calidad para abordarlo.

Tenemos a personas como Greta Thunberg que son absolutamente necesarias en este momento. Pero también necesitamos que la comunidad científica muestre pruebas de los cambios que están ocurriendo. Ese es el rol que creo haber ocupado.

Esta historia forma parte de Covering Climate Now, una colaboración global de medios de comunicación que buscan fortalecer su cobertura del cambio climático.

Traducción de Julián Cnochaert

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