“Cuando por un lado nos extasiamos ante el poder creador del hombre en el terreno técnico y científico, no podemos menos, por otro lado, sentir una profunda vergüenza ante la situación social, en la que la libertad cada vez está más restringida y -lo que es peor- estamos convencidos de que para convivir o coexistir no hay otro camino que apoyarse en la fuerza. Esto es degradante si nos tenemos por civilizados”.
(Guillermo Rovirosa, Terciarios 1963)
“Permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud. Junto con estas necesidades elementales insatisfechas, la trata de personas es otra vergüenza para la humanidad que la política internacional no debería seguir tolerando, más allá de los discursos y las buenas intenciones. Son mínimos impostergables”.
(Fratelli Tutti, nº 189)
Fotografía Ester Medina / Lampedusa
Totalmente de acuerdo. En pleno siglo XXI la pobreza de otros países, la explotación de personas (niñs y adultos), la vulnerabilidad y anulación de derechos de las mujeres en ciertos países… los ojos se acostumbran a ello y se hace algo cotidiano… Debería darnos vergüenza, sí.
Sí, es una paradoja, hace al menos medio siglo que uno oye que, con los conocimientos técnicos actuales, se podría saciar el hambre de toda la familia humana, y no se sacia. Lo acabamos de ver con el veto a los barcos que vayan a puertos de Ucrania. Va a impedir que corra el trigo.
Analizar esto es muy complejo (que si habría que enseñar a sembrar a los que no saben, que si repartir comida es un modo de provocar el descenso de la producción interior…); pero el ejemplo es más radical: el primer problema no está en que no demos con la mejor manera de que todo el mundo pueda aplicar las técnicas que permitan abastecer a todos (las técnicas de producción y las de distribución); el problema es que ponemos o dejamos que se pongan por delante puras luchas por el poder, incluidas las guerras más sangrientas. Sigo pensando que la mayoría no tenemos más arma que la resistencia pasiva, pero que ni siquiera empleamos ese recurso, que ha sido eficacísimo la mayoría de las veces en que se ha recurrido a él.
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El progreso ha sido siempre el gran discurso de todos los sistemas totalitarios, que no son cosa del pasado. La prueba de ello esta en todos los muertos y esclavos del s. XXI, muertes injustas, pero lo que es peor, evitables.
Vivimos en un sistema que genera muerte. De que sirve un progreso técnico si no hay un progreso moral.